Estaba en el centro de un lugar que, antes de cerrarse entre ladrillos, había sido un porche y conservaba el frío misterio de la intemperie. Allí, junto a las ventanas en arco, la recuerdo y me recuerdo pulsando sus teclas. Era una Olivetti pequeñita, brillante, femenina, color rosa pastel. Tenía ocho años entonces -creo-, muy pocas cosas que contar e infinitas ganas de contarlas. Después llegó mi primer portátil y los siguientes; el ordenador del periódico y los siguientes. En medios de comunicación, en casa, en el sector público o en el corporativo, nunca dejé de escribir. Poco a poco fui teniendo mucho más que contar y, a veces, no tantas ganas de contarlo. Los silencios son más elegantes que las palabras, pero las palabras nos hacen mucha falta porque permiten compartir lo que se tiene.
Escribo hoy por primera vez en estas páginas desde el agradecimiento por la oportunidad y por la libertad de cátedra, con la ilusión de compartir ideas, reflexiones, y por qué no, también tonterías, pensamientos fugaces que quizá a la vuelta de la esquina no reconozca ni me reconozcan. Lo quiero hacer, como lo quise hacer años ha, sin pudor. Escribir con voz propia es desnudarse.
Hablando de desnudos, ahora que cerraron las piscinas y fueron desertadas las bellas playas del interior jiennense, ahí va una reflexión desde mi feminismo algo particular -por favor, que nadie se apropie del feminismo- ¿Quién piensa que el uso generalizado del bikini brasileño tiene un efecto liberador en la mujer, como tantos proclaman? Para mí las modas de exhibirse cada vez más en la piscina, en la playa y en Instagram son opresivas. Cada uno es libre de hacer lo que quiera, claro, pero a ciertas edades se tiende a dejarse llevar. Conviene pensarlo bien y preguntarse ¿Es esto verdaderamente lo que yo quiero hacer? Que no os engañen.
Engaños, en política, muchos hay para las mujeres. Qué curioso que Macarena Olona -sea o no santa de nuestra devoción- suma un nuevo caso de mujer en primera línea y con gran potencial desbancada para no eclipsar a un grupo de hombres. En estos casos de feminicidio no importa si se es de izquierda, de centro o de derecha, solo hace falta ser mujer e inteligente. Ejemplos hay de todos los colores.
Y de las piscinas cerradas, al agua. Vaya verano. Qué tristeza la de los agricultores del mar de olivos, cuánto han sufrido, algunos quemados de sed. Con el agua que no está cayendo, sigue sin solución el problema de la presa de Siles, quizá por ese dicho de ‘al enemigo ni agua’, rival que acecha en el próximo ciclo electoral, siempre con Madrid en el horizonte. O quizá porque la gestión del agua es tan compleja y supone tal dilema que difícilmente se gana a corto plazo. Presa o no presa, el paradigma de gestión del agua en Jaén, en Andalucía, en España, está agotado. Es hora de una gestión más inteligente y sostenible. La cuestión es cómo equilibrar la balanza. No solo hay que primar la biodiversidad, el empleo también figura entre los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030. Se imponen sacrificios que tendrán que ser compensados y reformas de calado. Qué difícil si no hay consenso.
Mientras el dilema gira en bucle, Jaén se enfrenta a su peor pesadilla, sequía, escasa cosecha, PAC insuficiente y escalada de costes. Como única esperanza, una gestión eficaz de la Junta en obras hidráulicas de depuración en la mayoría de los municipios jiennenses que podría facilitar a futuro más recursos hídricos para el riego. Hoy toca decir pobre campo, campo, campo, pobres cortijos blancos. Lo podría haber dicho Machado desde su balcón de Baeza. Y el olmo seco bien podría haber sido olivo. Ojalá florezca en primavera.