Los expertos nos dicen que, de los cinco sentidos, el olfato es el que se aloja en nuestra memoria con una capacidad identificativa más perdurable; el más directo, el gran evocador de recuerdos. Tan es así que, cuando aun no sabía descifrar las manchitas negras de los libros, acompañaba a mi madre a la biblioteca instalada en edificio del antiguo instituto de la calle Compañía. Sin duda alguna la imagen que permanece es evocada por el olor singular que flotaba en aquella sala. Un olor, por entonces, sin nombre; diferente, novedoso, pero que desde aquel momento me conduciría durante toda mi vida al mágico mundo de la lectura. Después he sabido que este olor estaba nominado: bibliosmia. Igualmente, gracias al apasionante mundo de las palabras supe que algunas, como esta, eran tan antiguas como Homero. Que palabras como bibliosmia nos significan que se refiere a “libro” y “olor”. Y todo gracias a la lectura. El olor de los libros es como un perfume que nos transporta a mundos imaginarios, evocando recuerdos y despertando emociones. Antes de saber el contenido, comienza a atraernos este fenómeno fascinante que ha intrigado a lectores y estudiosos. Desde mi infancia evoco los tapiales que circundaban patios y jardines de las casas aledañas a la plaza de Los Caños, y sin poder ver que acunaban en su interior, los olores que trascendían la guarda cuidadosa y arquitectónica de su intimidad, me anunciaban la flora que los habitaba. Anunciar una emoción, un preludio tentador de maravillas anticipadas tras las cubiertas de cada libro. Más allá de ser un simple placer sensorial, el olor de los libros crea un vínculo intangible entre el lector y la obra. A este placer se unen otras experiencias de la percepción. La textura del papel, el crujido de las páginas al pasar que en su conjunto nos ofrece una experiencia multisensorial que estimula tanto la mente como los sentidos. Realmente la ciencia está detrás del aroma. El lignin, un compuesto de la madera con la que se obtiene el papel, está detrás de ello. El tiempo se encarga de ir liberándolo lentamente conforme el papel envejece. Todos estos componentes de atracción sensorial, son símbolos de la magia de la lectura, un puente entre el pasado y el presente y un homenaje a la belleza intemporal de leer y de su principal vehículo: el libro. La digitalización ha abierto una brecha reduciendo y empobreciendo ese haz de sensaciones que facilitan no sólo la cultura y el saber, sino la memoria. Entonces las aventuras dejaran de ser inolvidables.
Juan Manuel Arévalo Badía
Detrás de la columnaEl aroma literario
El olor de los libros es como un perfume que nos transporta a mundos imaginarios