El arpa de Dorotea

Juan Manuel Vallecillo

P!nk: Trustfall

“Feel something”, que en inglés significa “sentir algo”, es el tema que más me ha gustado del noveno álbum de P!nk llamado “Trustfall”

 P!nk: Trustfall

Foto: Ebru Yildiz

P!nk.


Un artista nunca es dueño de su obra. En realidad, solo es un simple transmisor de las circunstancias que acontecen o de los momentos que vive. Ni siquiera es responsable de su significado porque tampoco puede controlar las emociones que se despliegan a través del arte. Por estos motivos, jamás habríamos disfrutado del sombrío período azul de Picasso si su mejor amigo, Carlos Casagemas, no se hubiera suicidado. Precisamente, años más tarde, el genio malagueño volvió a tener la oportunidad de corroborar esta afirmación de que un artista nunca es dueño de su obra. Fue en ese París de 1940 ocupado por los nazis. El pintor se vio obligado a invitar a su taller al embajador alemán Otto Abetz que coleccionaba cuadros contemporáneos y, cuando estaban ante una reproducción del Guernica, este funcionario de Hitler se quedó maravillado y exclamó: “no hay duda de que es lo mejor que has hecho hasta ahora”. Picasso, al mismo tiempo que señalaba su pintura, le miró a la cara y contestó: “esto no lo he hecho yo. Lo han hecho ustedes”. De esta manera, me gusta usar este humilde rincón y la poca fuerza de mis palabras para defender cualquier disciplina artística como nuestro más valioso patrimonio. Como lo único que nos puede separar de la barbarie, lo que nos convierte en humanos o, por lo menos, incluso en tiempos convulsos, lo que nos puede hacer sentir algo.

“Feel something”, que en inglés significa “sentir algo”, es el tema que más me ha gustado del noveno álbum de P!nk llamado “Trustfall”. Una canción con bella subida de tono en el estribillo y singular melodía que acuna al espíritu y calma la ansiedad. Este esperado trabajo discográfico lanzado el pasado viernes 17 de febrero demuestra la madurez de Alecia Moore, conocida como P!nk, que tras una evolución por diferentes géneros se ha asentado, por fin, en un variado Dance Pop con matices de Folk que le da más calidez a su bella voz y consolida, con mayor definición, un sonido propio. Además, se nota que ha descubierto aquella vieja fórmula de que menos es más y, por consiguiente, ya sabe que una buena composición no necesita de tantos adornos extravagantes. En este disco destacan, en primer lugar, las piezas bailables “Never gonna not dance again”, influenciada en el funk, y la homónima al álbum que es lo que espero escuchar si alguna vez vuelvo a caer, sin querer, en una discoteca. También, no podemos olvidar las enriquecedoras colaboraciones de “The Lumineers” en “Long way to go” y de Chris Stapleton en el lento y precioso country “Just say I’m sorry”. Después, salvo el Synth Pop ochentero de “Runaway”, la rebeldía casi rockera de “Hate me” y la épica “Turbulence”, este trabajo se completa con dulces medios tiempos o baladas emocionantes en “When I get there”, “Kids in love”, “Last call”, “Our song” o “Lost cause”. Un aspecto que está siendo criticado por muchos de los fans más discotequeros de P!nk que no conciben un LP tan sensiblero de esta cantante estadounidense que, sin embargo, pese a que nunca cae en la burda manipulación de tratar de dar pena en sus letras, mientras lo componía, sufrió la pérdida de su padre más la preocupante enfermedad de uno de sus dos hijos y, como sabéis, un artista nunca es dueño de su obra. En realidad, solo es un simple transmisor de las circunstancias que acontecen o de los momentos que vive.