Ay, Jaén, Jaén. A ver cómo empiezo. Un tema delicado que me va a llevar a meter un dedo en algún ojo. No porque yo quiera hacerlo o lo deseara, sino porque alguien tiene que decirlo para corregir esta deficiencia que campa por ciertos sectores locales y que flaco favor nos hace, a unos en particular y a la gente de la cultura en general. Así que, a ver cómo me enfrento a este entuerto sin que alguien grite «¡Que le corten la cabeza!», o me apunten en alguna lista negra de las que todos conocemos.
En Jaén hay mucho endiosado. Ea, ya lo he dicho. Oye, pues no me ha costado tanto. Pero claro, aquí, en mi guarida, a las claras de la noche, qué fácil resulta decir estas cosas sin que la cuchilla de la guillotina caiga decidida sobre tu cuello, ¿verdad? Pero tratemos esto como se merece. ¿Quién otorga ese poder a ciertas personas para creerse por encima del resto? Que yo sepa, no hay creadores y creadoras que arrasen en ventas ni lleguen al gran público de una forma evidente y poderosa, ¿cierto? Pues sigamos con esta premisa como punto de partida a los desvaríos que muchos se permiten para hacer ver que son lo más y el resto simples mindundis, eternamente aprendices (club en el que me incluyo. Me refiero al de los aprendices, claro).
En el Olimpo del terruño no hay hueco para tanto erudito en su campo. La cúspide del pedestal es pequeña, básicamente, porque es nuestro propio público el que menos atención nos presta. Presentación tras presentación, concierto tras concierto, representación tras representación, comprobamos que esa manía de autoproclamarnos la cuna de la erudición jaenera nos demuestra que, o no somos como la gente creía que éramos, o nuestra forma de vernos a nosotros mismos se aleja mucho de la humildad. Humildad, qué gran palabra y qué batalla tan absurda cuando nos empeñamos en menospreciarla al usarla a menudo sabiendo que no predicamos con el ejemplo, aunque en público nos mostremos como si cada vez que se pronuncia esa palabra la gente debe pensar en nuestro careto.
Pues fíjate tú, que hay personas que se permiten el lujo de decirnos quién se merece ciertos honores y quién no. Hasta este punto hemos llegado. Yo puedo leer un texto, escuchar un tema de algunos de los muchos grupos de Jaén, ver una actuación, observar un cuadro, entretenerme con una película o un corto rodado por paisanos y paisanas y en mis adentros decir «pues me ha gustado», «pues lo veo flojo». Como todo en la vida, ¿no? Hay cosas que nos gustan más que otras. Ahora bien. Siempre estaré en la lucha, ofreciendo mi humilde experiencia garrafón para que estas personas continúen en la batalla creativa, porque una cosa es que a mí me guste más o menos lo que hacen y otra muy distinta es decirle a alguien que deje de crear. Hasta ahí podíamos llegar. ¿Quién soy yo para poner adjetivos y criticar el trabajo de otros hasta el punto de querer humillarlos? Pues de este tipo de personas hay muchas por aquí. Hay gente que se me ha acercado a pedirme que le eche un ojo a lo que han escrito. ¡A mí! ¡Que ni soy perito en lunas ni el erudito que necesitan! Pues después de hacerlo con gusto, te das cuenta de que lo que te están pidiendo, en realidad, es una palmadita en la espalda para seguir creando. Precisamente, esa que los endiosados les niegan a otros. Porque, claro, el pastel de la fama es diminuto y el público no tiene aplausos para todos.
Si detrás de tu obra no hay una editorial tradicional, que te lean en tu casa. Por lo tanto, si a tu grupo no lo respalda una discográfica, para qué ir a un concierto tuyo. Si tus creaciones audiovisuales no se proyectan en las mejores salas, no esperes que te vea. Porque, a ver si ahora va a resultar que a todo aquel que crea algo de la nada lo vamos a llamar escritor, músico, actor, director, pintor o escultor. Pues ya os digo yo que por estas calles existen quienes se vanaglorian de ser críticos cuya opinión vale más que la tuya. Y si no te has encontrado con esta gente, ya te lo cuento yo. Son fantasmas. Una porque jamás los verás en actos donde se presente la obra de otra persona que no sean ellos, y otra, porque creyéndose tocados por la varita divina de algún dios, otorgan certificados de calidad sin despeinarse.
Tampoco me quiero extender mucho más porque todos sabemos de lo que hablo. Mi única intención es que cada vez que alguno de nosotros hable del trabajo de los demás y tengamos la osadía de decir si merece la pena o no, pensemos que detrás del resultado final hay un duro trabajo, y muchas veces también dinero que puede no tenerse, como para que vengan otros a burlarse de los que sueñan con ver su obra en la calle por fin, aunque solo sea una vez en la vida. Hay mucho endiosado suelto por el Santo Reino que fuera de los límites del padrón municipal no se come un colín a la hora de vender su obra. Pero claro, decir eso sería hacer saltar la liebre y no estoy seguro de que les siente muy bien. A nadie le gusta que venga un puñetero cuñao a hacer temblar la línea de flotación de algún que otro ego desbocado. No hay una sola forma de andar el camino del aprendizaje. Eso sí, más nos vale darnos cuenta de si estamos aprendiendo lo correcto durante el trayecto, porque no aceptar la existencia de estos dioses no quiere decir que debamos apartarnos de la senda de la excelencia. El trabajo, bien hecho. Vaya por delante.
Hay en Jaén un caldero creativo cuyo fuego y condimentos debemos alimentar con cariño para que no deje de hervir. Músicos, poetas, novelistas, cuentistas, los hermanos y hermanas del cine, pintores e ilustradores, nos necesitan. Lo que enfría el guiso son esos endiosados que no sienten interés ninguno por el resto, ya que son ellos y ellas los chefs que condimentan con lo correcto el menú que no debe faltar en ninguna mesa.
Jaén es tierra de convertir en dioses a personas que más allá de las cocheras del tranvía no son nadie. Alguna carencia debemos tener para que esto ocurra. Como ejemplo, fijaos en este que escribe, que de vez en cuando se pasa por aquí para deciros lo que tenéis que pensar. Os he dicho mil veces que si no me hacéis caso no os irá bien en la vida. Ea, pues así funcionan quienes no participan de la vida cultural jaenera si no es para publicitar lo que ellos y ellas hacen y alimentar así al monstruo que pisa la calle cuando está falto de halagos. O cuando queremos que los rotativos estén atentos a nuestras cosillas sin dar nada a cambio. La prensa patria, humilde, con pocos o nulos recursos, necesita la colaboración de los espacios que organizan eventos porque hay facturas que pagar. No se trata solo de «saca esto que organizo en tus páginas», sino también de «toma, colaboro con lo poco que pueda para que tu periódico siga adelante». La cultura jiennense debe ser una cadena donde cada uno de sus eslabones sea fuerte. Creadores, organizadores, prensa, administraciones y público, tienen que ser uno, porque si no, ya veremos lo que nos dura esta alegría efímera que ahora disfruta de un buen momento creativo, les guste más o menos a los endiosados.
No sé si habéis caído, pero esta historia se está convirtiendo en pan de ayer y hambre para mañana. Y para ese mañana siempre tendremos pan duro para comer.

Antonio Reyes
El bar de la esquinaEndiosados
En Jaén hay mucho endiosado. Ea, ya lo he dicho. Oye, pues no me ha costado tanto