Yo, que de un tiempo a esta parte ya no hablo ni de política ni de otras muchas cosas, ya sea en mi casa o con mis amigos (si no me sacan el tema, claro), que me como solo mis debates como si estuviese loco, que me río, sufro, padezco, me lamento, me apeno en soledad por la vida que llevamos y que hemos construido entre todos, siento la necesidad continua de pensar que NO es posible que todos nos estemos convirtiendo en malas personas, que por estadística el porcentaje sea tan alto, a tenor de lo que llevamos viendo ya demasiados años en el mundo y en nuestro propio entorno y país.
Se puede ser mala persona de mil maneras diferentes, pero las peores de todas, las más dolorosas, las que dan alas a los «malos», son el silencio cómplice y la inacción ante el horror, se cometa este donde se cometa, en nuestros barrios o en otro país. El horror es horror en cualquier lugar, y tener que soportar que haya personas que lo niegan y justifican, hace replantearme que muchas de ellas, con el único interés personal, que no común, de tener mañana ciertos apoyos en su carrera particular para lograr sus sueños, flaco favor nos hace como comunidad y humanidad. Personas que rezan poco menos por ir mañana bajo palio, que saben quiénes pueden arrimarles un trozo de pastel y encumbrarlos donde sea necesario para convertirlos en sus cómplices con buenos cargos y sueldos, saben qué deben negar y cómo defender lo indefendible, vendiendo su alma al mismísimo diablo si hace falta. Esos, los unos. Los otros, los realmente necesarios para los primeros, son los que no han hecho nada por alguien en sus vidas. Se limitan a creer lo que se les dice y punto, que bastante esfuerzo supone.
Sus ideologías enfermas dejan de lado la empatía y la humanidad que este mundo necesita para ser mejor de lo que es hoy, porque a esta gente, el hombre, las mujeres y los niños, en realidad les importan menos que nada. Sus carreras, sus cuentas bancarias, eso es lo importante, sus únicas metas. Y, claro. Ellos solos no lo pueden conseguir si no fabrican una legión de acólitos a los que hacen creer que también podrán pelo mañana, escondiendo que ni de lejos los querrán en el futuro a su lado. Para que esto suceda se necesita un agitador que ponga bocabajo la realidad, que invente un hoy diferente al real, el que quieren esconder. Lo están logrado, a base de dinero, eso sí, pero lo han conseguido. Detrás de todo este negacionismo del genocidio del pueblo gazatí, se esconden personas que buscan hacer negocio, nada más. En España, en Madrid y Andalucía, viven cómplices de estos seres sin alma que llegaron para enriquecerse con lo público gracias a futuros más que rentables para los que ahora les defienden («Israel tiene derecho a defenderse»). Al tiempo, que ocurrirá. No perdamos de vista el origen y destino del dinero y sabréis de qué os hablo.
«Estamos polarizados», frase que se repite a menudo para ocultar la realidad. ¿Hay polarización? Claro que sí, pero exclusivamente provocada por un lado. Hemos sido testigos de cómo un único bando de la clase política a nivel mundial ha encabronado a sus legiones con mensajes nada nuevos, ya que a lo largo de la historia han sido siempre los mismos. Han cargado sus tintas contra los «pobres que se llevan paguitas», contra los «ilegales que llegan por el efecto llamada y les dan casa gratis», contra lo woke (aunque no sepan ni lo que significa ni lo que este movimiento persigue), contra «el comunismo y su ansia por quitarte tus ahorros», contra «la invasión bárbara de los musulmanes»… Eslóganes falsos y malintencionados que la mitad del planeta ha hecho suyos, aunque todo esté fundamentado en mentiras, datos falsos y la única meta de controlar, manipular y extorsionar al populacho, en cuyas cabezas poco o nada queda ya de interés. Populacho que se dedica a cacarear mensajes, quedándose solo en el titular. «Es que la Agenda 2030 no te permite limpiar los montes. No puedes tocar ni una piña», ejemplo práctico, ahora que se nos ha quemado una cantidad ingente de monte, del cuñadismo que demuestra la ignorancia supina de los libres pensadores que siempre tienen algo que decir, por absurdo y falso que sea.
Es fácil manipular cuando el público no muestra interés en conocer la verdad, no vaya a ser que les explote la cabeza y se tire por tierra todas sus creencias de odiadores profesionales y tengan que huir con el rabo entre las piernas. Rebatirlos es sencillo, pero cansa, tanto que a algunos ya se nos ha gastado la saliva y no queremos perder más tiempo. Sobre todo, porque a la mayoría de nosotros ni nos va ni nos viene ciertas opiniones. Eso sí, esta gente, cuando llegue el momento, ejercerá su derecho al voto y será entonces cuando los posibles resultados nos afecten a todos. A esto se le llama democracia, vaya por delante. Pero la democracia tiene sus consecuencias, sobre todo cuando la gente se deja engañar y vota más por odio que por conocimiento.
A día de hoy, todo político que niegue el genocidio en Gaza es porque un famoso lobbie israelí que opera en medio mundo les está pagando «cositas» o preparándoles el terreno para cuando decidan cortarse la coleta. Son partidos dopados con pasta, no con ideología. Así que eso de que todo el que hable de genocidio es anti israelí, pues quizá sea cierto. Sembrar odio es rentable para mucha gente porque han convertido la polarización en un negocio. Esto que hace Israel a través de empresarios no es nuevo, pero ahora nos toca de cerca, tanto que los conocemos desde hace años. Y, claro, en esta tierra nuestra, donde hasta el menos pensado se deja agasajar, aparecen voces que después de salir de misa o de asistir a una procesión, tienen los santos huevazos de negar públicamente lo que todos los organismos oficiales que, supuestamente, velan por la paz mundial, denuncian.
Esta gente que ha decidido estar en el lado del horror, de la guerra y del exterminio, no son más que malas personas con todas las letras. Esto no es ideología política, no. Estamos hablando de aniquilar a todo un pueblo por dinero, odio y desprecio a la vida. Así que, si alguna vez tenéis tiempo, echad el freno y pensad que siempre que os digan que el gobierno de Israel solo se defiende, rebobinad la cinta y empezad por el principio, allá por los años 40. Ojo, que esto supone un esfuerzo, a ver si os vais a herniar.
Si acaso seguís pensando que nada de lo que digo aquí es cierto, no me quedará más remedio que pensar que sois cómplices necesarios del horror. Y esto no es una opinión como otra cualquiera sobre un tema más o menos debatible. Cuando de miles de personas asesinadas se habla (niños, periodistas, ancianos, inocentes todos) no caben varias interpretaciones, distintos puntos de vista sobre cómo entender el asunto. Así que, sí, con toda seguridad sois malas personas. Y eso es decir mucho. Para mal, por supuesto.