El bar de la esquina

Antonio Reyes

Ojalá

No me explico cómo podéis estar todo el día haciendo política cuando donde tendríais que estar es esposados a un confesionario

Han pasado veinte años desde aquel 11 de marzo en el que nuestro corazón se detuvo en seco ante las explosiones en los trenes de cercanías de Madrid. Un jueves que quedó marcado a fuego en nuestra memoria por el horror y el dolor que centenares de personas anónimas sufrieron bajo la barbarie terrorista y unos atentados que no fueron más que una venganza.

En el mismo momento que se supo que los autores intelectuales y materiales eran yihadistas, a muchos nos vino a la memoria la famosa foto de las Azores, donde tres iluminados, alentados por el presidente del mayor enemigo de la vida de este planeta, unieron fuerzas y mentiras para invadir un país con la excusa de las tristemente famosas armas de destrucción masiva, precisamente esas que USA lleva fabricando y probando con total impunidad desde hace décadas. La chulería, el amor a la guerra y a sus políticos con intereses en empresas armamentísticas, hicieron el resto, sin olvidar la inacción de Naciones Unidas. Muertes, desolación y más muertes fueron los restos de aquel naufragio que después tuvieron que pagar las familias de los asesinados en aquellos trenes.

Toda España se echó a la calle y solo pudimos hacerles pagar en unas simples elecciones generales, cuando lo que tenía que haber ocurrido es verles llegar hasta un juzgado por manipular con tanta frialdad y sin despeinarse la información que las fuerzas de seguridad desvelaban. «Si es ETA ganamos las elecciones, si han sido los moros las perdemos», la célebre frase del gurú de ese partido en aquel momento. Ya se sabe la estela que siguieron: manipulación, llamadas constantes a la prensa para presionar y que solo se hablase de la banda terrorista doméstica, nada de los yihadistas.



¿Qué tipo de personas son capaces de hacer algo así aun cuando se sesgaron 192 vidas y todavía sus cuerpos estaban calientes en la morgue? Y ahí siguen, despreciando las sentencias judiciales y reviviendo la teoría de la conspiración que fabricaron entonces para mantenerse en el poder. Hace veinte años empezaron a escribir una farsa con la sangre de nuestros muertos y ahí siguen, alimentando sin pudor alguno su «principal vía de investigación» y pidiendo que se sepa la verdad.

¿Qué verdad, la que conocimos bajo vuestra manipulación o la real? Esta actitud de hoy refleja sin tapujos lo que os importó el trabajo de la Policía y la Guardia Civil y la sentencia que la justicia dictó sobre los autores. A la cabeza, vuestro líder espiritual, el del rostro impasible, el del pelazo que creó tendencia en vuestra tribu y que hoy habla con la voz de su fundación para continuar, veinte años después, engordando la mentira más grande jamás contada en la historia de España (sin menospreciar la campechanía del emérito, claro).

Lo hicisteis entonces y lo seguís haciendo, esta vez sí, con las víctimas de la banda terrorista ETA, a las que nunca dejáis descansar en paz, ni a ellas y a sus familias. Y mira que os lo han pedido mil veces, pero nada, vosotros erre que erre, sacando a la palestra el dolor ajeno para hacer política. No me explico cómo podéis estar todo el día haciendo política cuando donde tendríais que estar es esposados a un confesionario para expiar tantos pecados.

«Hoy no es día para hablar sobre otra cosa que o sea recordar a las víctimas». Esta fue la respuesta ordenada para la prensa que osara preguntar en los actos programados, a los que asististeis con cara compungida y dolosa, portando coronas de flores. Contrastó toda esta estrategia bien estudiada con el discurso de la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que desde el estrado desvió toda la atención del momento para atacar al Gobierno actual como buena heredera del aquel periodo negro en el que nuestro paisano presidió esta asociación. Eso sí tocaba, ¿verdad? Recordar vuestra manipulación no, pero, ¿quién va a desechar la oportunidad, en boca de otros, para atacar a los comunistas aunque no venga a cuento si con ello se vuelve a hablar de ETA? Por supuesto, el partido de la oposición y sus acólitos, no.

Despreciando con toda la intensidad de la que soy capaz aquellas decisiones y el abominable intento de seguir reviviendo la conspiración que nació en la calle Génova, sin duda me quedo con Antonio Manuel Utrera, víctima del 11-M, y su poemario «Los días jueves». Dudo que alguien de vosotros lo tenga en la mesita de noche como tarea pendiente, pero no estaría nada mal que le echaseis un ojo para empatizar de una puñetera vez con el dolor de las víctimas que lograron sobrevivir y de las decenas de familias que mantendrán latente por siempre la llama de aquellas que no llegaron nunca a su destino porque las consecuencias de las políticas del miedo y del horror sesgaron sus vidas anónimas a bordo de unos trenes que portaban esperanzas y sueños.

Y para el gran arquitecto sin escrúpulos de aquel episodio, solo me queda parafrasear, en parte, a Silvio: «ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta».