Año nuevo, viejas cuitas. Jaén es una balsa de aceite donde las penas se ahogan y las voluntades se adocenan. Atrapados en la desconcertante sexta ola de la pandemia de coronavirus, ninguna certeza tan incontestable como nuestra propia incapacidad para subvertir la tendencia perniciosa de un destino histórico sometido y vulgar. Vean, si no, a nuestros mejores representantes políticos, de cualquier ámbito y formación, descollando gregariamente en las alturas, aunque impasibles e inermes ante las afrentas y los agravios con que se nos invisibiliza en los centros de poder. En los tableros de la política y la economía, Jaén es tierra conquistada a cambio de nada. Nos aprestamos dócilmente, cada San Antón, a quemar en la hoguera de las vanidades cuantos sueños rotos de progreso y regeneración fueron trenzando los mismos politicastros que luego, pasado un tiempo de intentos vanos y ríos de tinta, nos convencerán de que nunca es triste la verdad de lo que no tiene remedio. No hay Colce que valga una rebelión previamente condenada al fracaso, ni puertos secos que superen el trazo de una promesa electoral con la que congraciarse –a la par- en Linares, Bailén y Andújar, ni ancho de vía que nos acerque a menos de 73 kilómetros de la alta velocidad ferroviaria casi 30 años después (14 de abril de 1992) de la inauguración del Ave Madrid-Sevilla. Menos mal que siempre nos quedarán el olivar y el sol, el aceite y la energía fotovoltaica, esa conjunción que nos hace gigantes –con pies de barro-.
La semana de Fitur’2022 (‘A Jaén, al paraíso’), de vuelta a enero a pesar de la contagiosidad de la variante ómicron (‘De Madrid al cielo’), será también el escenario, aquí, sin salir de casa, de nuevas protestas contra el plan estratégico que ha pergeñado el ministerio de Luis Planas para el reparto de la nueva PAC. El jueves, 20, asistiremos a dos horas de concentración, unívocamente airada, ante las cooperativas y frente al Gobierno. De Asaja a Upa, pasando por Coag y Cooperativas Agroalimentarias. Todas las organizaciones del campo lo ven mal, especialmente perjudicial para el olivar más productivo de Jaén, que perdería del 30 al 50 por ciento de las ayudas europeas que viene percibiendo, a beneficio de otros territorios y cultivos, denuncian. Para más inri, añaden, la merma en ciernes de la subvención coincide con la desmesurada subida que están experimentando los costes de producción: luz, carburantes, fertilizantes, fitosanitarios… Un planteamiento que pone entre la espada y la pared al PSOE de Jaén, tan sensible al sentir oleícola autóctono como cercano a un ministro que presionó internamente para que el nuevo portavoz socialista de Agricultura en el Congreso sea precisamente un diputado jiennense, Juanfran Serrano. La lealtad a las siglas impone la obediencia debida. El sábado, en la presentación oficial del presidenciable Juan Espadas, el PSOE de Jaén era solo uno, pese a que a la hora de hacerse fotos –juntos, pero no revueltos- se remarcara la dualidad reyistas/renovadores.
Paco Reyes, en su papel, horas antes de la cita de Granada, arremetía contra el morenobonillismo calificándolo como “el peor gobierno de la Junta de la historia y el que más daño ha hecho a la gente. Ya está bien de propaganda, en lugar de reforzar la atención primaria”. Érik Domínguez, bastión del PP juntero y casadista en Jaén, contraatacaba a través de Twitter con toda la audacia y mala baba de la que puede hacer acopio: “¿Daño a la gente, Paco? Daño es el que estáis haciendo vosotros a autónomos y familias con los precios de la luz en máximos históricos mientras te paseas por la provincia con un bmw oficial que pagamos entre todos los jiennenses”. “Ese es el nivel, Maribel”, que diría la secretaria general del PP provinciano, Elena González, a su otra jefa, la delegada del Gobierno andaluz, Lozano.
Toda la desabrida contundencia con que Érik se dirige al adversario se torna en condescendencia con sus correligionarios. Para la reciente consumación de la moción de censura en Begíjar, hizo falta aupar a la número ‘4’, Eufrasia Martínez, ante el enconado enfrentamiento entre el ‘1’, el ex alcalde Damián Martínez, y la 2, la presidenta local Águeda López. En la primera intentona, en agosto, Águeda se negó a suscribir la moción si el candidato a la alcaldía era Damián. Érik intervino infructuosamente para convencer a la concejala, esperándola incluso –in extremis- hasta las dos y media de la tarde a las puertas de su centro laboral, una importante industria agroalimentaria del pueblo. Águeda salió escondida en la furgoneta de un familiar, desplazada ex profeso al lugar para sacarla del apuro, y Érik se quedó compuesto y sin firma. Hoy, al fin, con la anuencia de Domínguez, Eu, Damián y Águeda comparten tareas de gobierno municipal con la única concejala no adscrita, Sonia Muñoz, expulsada de IU. Suaviter in modo, fortiter in re. O justo lo contrario.