Hemos aprendido a dividir el átomo pero no hemos sido capaces de aprender a dividir el pan. No sé quién pronunció esta frase pero es la esencia misma de nuestro tiempo.
De una manera u otra, estamos condicionados/as por la naturaleza y sus misterios aún por resolver. Pero hay cuestiones que muy lejos de ser un misterio inescrutable, pertenecen al campo de las realidades cotidianas, condicionadas directamente por nuestro comportamiento como sociedad y nuestro comportamiento como individuos. Es lo primero que nos enseñan en nuestra temprana educación y sin embargo, lo último que parecemos recordar: todas las personas deben tener acceso a una buena alimentación para sobrevivir. Es un Derecho Humano. Y si no fuéramos humanos también sería un derecho, porque todos los animales también tienen derecho a alimentarse.
¿De qué sirve tanto armamento nuclear? Hemos llegado al absurdo de la falta de entendimiento al más alto nivel de locura: la destrucción del mundo. El mismo Oppenheimer fue consciente de su creación y lo que podría suponer y supuso, para cientos de miles de personas, si no se ponía freno y consciencia.
Dividir el pan, es tan sencillo, es un gesto tan cotidiano y familiar que ¿por qué no esperar que cualquier persona pueda hacerlo? ¿Es de verdad tan difícil encontrar en otro ser humano un reflejo propio? Todas las personas tenemos las mismas necesidades. No es que haya dudas en si somos iguales o no, es que lo somos, sin más ni menos. La ciencia sin humanidad es mejor dejarla aparte. Si no avanzamos en lo más básico ¿cómo vamos a abordar los misterios del Universo? A ciegas, es como estamos, porque no vemos la realidad y la conexión que existe entre el mundo y nosotros/as. No evolucionamos como especie ni como humanidad. La tecnología no nos va a asegurar el futuro en un mundo destruido por las guerras y el hambre. Cualquier otra manera de abordar la realidad sirve para poco o nada. ¿Cuántas personas que hoy no tienen nada que comer, pudieran ser o haber sido, grandes científicos o científicas? Las preguntas necesarias no están fuera de la órbita terrestre, las respuestas las tenemos aquí y ahora.
Hagamos acopio de voluntad. Pensemos cómo queremos vivir en el mundo, si como colaboradores/as o como competidores/as. Reflexionemos. Utilicemos la inteligencia para ser mejores. Esto no quiere decir que no vayamos a cometer errores, pero si tenemos una dirección, un lugar común hacia dónde dirigirnos, es seguro que podremos descubrir y aplicar, una verdad tan sencilla como es el amor.