Desde mi improvisado restaurante, cuyo catering suelo llevar en la mochila, veo pasar las palabras que me gritan agitadas en mi cabeza. Esta, atolondrada por tanta belleza, se resiste a formar frases coherentes para que, al escribirlas, no me tomen por loco, más loco de lo que soy entre senderos y caminos.
Esta vez mis pasos me han llevado por sendas y vereas por la Sierra de la Peña del Águila, en las estribaciones del Parque Natural de Sierra Mágina.
Nuestros pasos han ascendido hasta cerca del Mojón Blanco para bajar hasta la fuente de las Seis Piletas. Descendimos después hasta el área recreativa de la Peña del Águila, junto al mirador del mismo nombre, pero solo os dejo estos detalles de mi ruta, los buenos senderistas sabrán buscar más alternativas.
Hoy, “El Senderista Loco” solo describirá brevemente el lugar donde ese día tomó sus sándwiches de lomo y queso en el mejor restaurante: la Naturaleza.
Es primavera, y con las últimas lluvias, tan esperadas como escasas, las flores nos han querido regalar su presencia cual versos desparramados de una forma caótica, formando el mejor de los poemas: jaras, orquídeas, margaritas, peonías o linarias, un largo recital colorido y aromático que fui disfrutando bocado a bocado con mi lomo y queso.
Los pájaros, esos duendes alados, estaban cantarines: chochines, pinzones, jilgueros y mirlos formaban parte de un hilo musical imprescindible para estos comensales campestres.
Al fondo veía el Aznaitín, esa gran mole a la que Antonio Machado le escribía desde su ventana o en sus paseos solitarios por los alrededores de Baeza.
Desde mi ventana,
¡campo de Baeza,
a la luna clara!
¡Montes de Cazorla,
Aznaitín y Mágina!
Destacando sobre todas las elevaciones, el Almadén, inconfundible pico cargado de antenas, esas que nos repetían la antigua señal de la caja tonta.
Tras el último bocado, con postre incluido de naranja y níspero, nos acercamos a un gran balcón seminatural llamado, cómo no, Peña del Águila. Abajo, Mancha Real, con esas avenidas planificadas en líneas rectas que cuadriculan el callejero. La campiña, nuestro mar de olivos y nuestras sierras, con sus pueblos desdibujados en el horizonte, siendo protagonistas de ese cuadro que se nos presentó en un día despejado de azul intenso.
Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.