Estilo olivar

Juan José Almagro

Cosmopolitismo

Deberíamos trabajar por el Bien Común, es decir la satisfacción de las necesidades humanas

Kant nos enseñó que hay que “pensarse a la vez como ciudadano de una nación y como miembro de la Sociedad de ciudadanos del mundo.” Eso es ser cosmopolita y, desde esa perspectiva, viviendo como estamos en una nueva Era, deberíamos atesorar la firme convicción de que todas las personas hemos de ser protagonistas y participes de nuestro futuro que es, debe ser, un horizonte común inexcusable. Si queremos contribuir al cambio (lo he escrito demasiadas veces) no podemos resignarnos, como Sábato nos pidió hace ya muchos años.

Precisamente por eso, me olvido de la bronca y de la canalla política doméstica, de una polarización que no tiene fin, y me paro a recordar que, en septiembre de 2015, Naciones Unidas aprobó con el voto favorable y unívoco de casi doscientos países, los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible, ODS, que se recibieron como una Epifanía. El desafío era demasiado grande como para dejar solo en manos de los políticos el cumplimiento de los compromisos (por cierto, remacho lo de compromisos, que no propósitos) que los gobiernos adoptaron respecto de la Agenda 2030. Hoy, cuando en dos meses se cumplan ocho años de aquella efeméride, la presidenta del Consejo Económico y Social de la ONU, la diplomática búlgara Lachezara Stoeva, ha declarado que “el avance hacia los 17 Objetivos está seriamente descarrilado…” Es decir, nuestro gozo en un pozo, aunque lo viéramos venir.

Algunas cosas nos revela el reciente informe de progreso de la ONU: si persisten las circunstancias actuales, en 2030 habrá 575 millones de personas atrapadas en la pobreza extrema; es decir, casi un 12 por ciento de la población mundial se estará, literalmente, muriendo de hambre. Además, la temperatura mundial ya ha aumentado hoy en torno a 1,1 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, y es probable que alcance o supere el crítico punto de inflexión de 1,5º C en 2035.

Al menos dos mil millones de personas (ya somos ocho mil los habitantes del planeta) siguen viviendo hoy sin servicios de agua potable gestionados de forma segura, lo que supone un gran reto para la consecución del Objetivo 6: garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. Del mismo modo, aunque el número de personas sin electricidad está ahora en torno a 750 millones de seres, los esfuerzos actuales, denuncia la ONU, no son suficientes para alcanzar el Objetivo 7 en plazo. Pero los tiempos están cambiando porque la energía verde se considera ahora un sector en crecimiento que puede crear empleo e impulsar la prosperidad.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró en junio pasado que las ciudades serán los “campos de batalla cruciales” en el camino de la consecución de la Agenda 2030. Las ciudades producen el 70 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y albergan a la mitad de la humanidad, por lo que se encuentran en primera linea de acción para hacer más ecológicos los paisajes urbanos. Dentro de 30 años, las estimaciones de la ONU indican que más de dos tercios de la población preferirá vivir en grandes urbes, atraída por las teóricas ventajas que ofrecen y porque las ciudades aportan más del 80 por ciento del PIB mundial. Pero aparecen los problemas: en 2020, por ejemplo, más de mil millones de personas vivían en barrios marginales o en asentamientos informales, predominantemente en Asia y en el África subsahariana. A medida que crece la población urbana, los barrios marginales (y todos sus problemas) se expanden aún más rápido.

Siempre consideré que el Objetivo 17 (Alianzas para conseguir los Objetivos) era el más importante para alcanzar los ODS, y así parece reconocerlo la propia ONU cuando la presidenta del Consejo Económico y Social afirma que los Objetivos sólo pueden alcanzarse mediante alianzas sólidas, reclamando que parte del reto es la financiación y la necesidad que tenemos de “incluir al sector privado y buscar nuevas fórmulas de financiar los Objetivos.” Y convencer a los medios de comunicación del importante rol que pueden y deben jugar en la difusión y amplificación de los esfuerzos en curso para no dejar a nadie atrás.

Deberíamos trabajar por el Bien Común, es decir la satisfacción de las necesidades humanas porque, como nos dijo el dramaturgo Terencio, nacido en Cartago hace veintidós siglos, “soy un hombre, y nada humano me es ajeno”. De cuando en vez pensar en global nos ayudará a actuar localmente con eficacia y eso es también ser cosmopolita porque cualquier parte del mundo es nuestra patria.