La verdad es que ha tenido poco recorrido la información. Merecía más, mucho más. Probablemente lo que ocurre es que el protagonista, el veterano senador francés Claude Malhuret, ha dicho tan bien lo que debía decir que casi todo el mundo estaba de acuerdo y no merecía la pena repetirlo, o si, vaya usted a saber. Yo, por si acaso y por dignidad, recuerdo la cosa.
Como bien sabemos, el 4 de marzo pasado, Malhuret pronuncio un hermoso discurso ante el Senado francés de los que hacen época. Un discurso para conservar, como un servidor ha hecho. Tras titular que bajo este mandato del todavía presidente Trump, “Washington se ha convertido en la corte de Nerón, con un emperador incendiario, cortesanos sumisos y un bufón bajo ketamina responsable de la limpieza del servicio público”, Claude Malhuret se despachó a gusto: “Nunca en la historia -dijo- un presidente de los Estados Unidos había capitulado ante el enemigo. Ninguno apoyó jamás a un agresor contra un aliado. Ninguno pisoteó jamás la Constitución estadounidense, tomó tantos decretos ilegales, revocó a los jueces que podrían impedirlo, despidió repentinamente al estado mayor militar, debilitó todos los contrapoderes y tomo el control de las redes sociales. No se trata de una deriva iliberal, sino del comienzo de confiscación de la democracia.”
Malhuret, que no se olvidó de nada, finalizó su discurso con un grito desgarrado, un firme deseo que, ojalá, pudiéramos cumplir cuanto antes: “La tarea de nuestra generación es vencer a los totalitarismos del siglo XXI”. Y en eso deberíamos estar, creo yo.
El día 4 de marzo todavía Trump no se había paseado con su compadre Musk por los jardines de la Casa Blanca para “repasar” los modelos Tesla que fabrica Elon, y que, al parecer, están dejándose de vender. Trump, en un acto de desvergüenza que no tiene parangón, incluso anuncio ante las cámaras que se iba a comprar un modelo concreto de esos coches. Más tarde, y en días sucesivos, tuvo tiempo para desairar al primer ministro de Irlanda durante una reunión en el despacho oval, expulsar del país a casi 300 venezolanos “criminales” en contra del criterio de un juez federal, seguir su particular caza de brujas contra fiscales y firmar, firmar y firmar hasta la extenuación decretos ejecutivos poniendo limite o cortapisas a las más variadas cuestiones y, naturalmente, seguir imponiendo aranceles a diestro y siniestro. Y, eso sí, siempre animado por un personaje como Musk y algún otro, como su vicepresidente Vance, que son para echarles de comer aparte. En el pecado va siempre la penitencia…
Dije en un reciente artículo (El hombre blanco), publicado en este mismo medio, que los despropósitos de Trump no tienen fin, que sus decisiones parecen regirse por el mero capricho y, en consecuencia, por la arbitrariedad y la mentira. En la actual política estadounidense se ha instalado la “desintegración del debate racional porque se desprecian la Verdad y la Razón”. Trump está destruyendo, sin que ningún político haga demasiado por evitarlo, su propia libertad y la del pueblo americano, y de rebote la de algunos más, faltando a los compromisos firmados por su país y haciendo lo que le apetece.
Recordando lo que el presidente americano (que no aceptó nunca su derrota frente a Biden en 2020) fue capaz de hacer, alentando a las masas, para la ocupación del Capitolio en enero del 2021, no sé si Trump prepara un autogolpe y se entrena como Emperador “in pectore” para un imposible y anticonstitucional tercer mandato, pero en todo caso representa con su forma de ser y actuar (Moisés Naim dixit) la combinación tóxica de los tres grandes males de nuestra era política -populismo, polarización y posverdad-. Esta combinación P+P+P está creando un “caldo de cultivo perfecto para que los autogolpes prosperen”.
Dicen los medios que el otro día, en el Despacho Oval, con Trump sentado en su mesa de despacho, Musk hablaba de no sé qué. Entre ambos, de pie, el hijo pequeño de Elon, ya un clásico cuando las televisiones nos ofrecen imágenes de los “compadres”. Parece que el niño, de impronunciable nombre, le dijo a Trump “¿por qué no te callas?”. Y eso me da cierta esperanza, no en Musk ni en Trump, sino en que algún dia, no sé cuándo, ni sé de qué manera, ni en que ámbito, el niño, como en el famoso cuento de Andersen, le pueda decir a su padre y a su presidente, “¡pero si vais desnudos!”. Y la cosa empezara a cambiar…