Filósofos, historiadores y gente de a pie con inquietudes distintas a ver por la noche programas de gente cocinando, cosiendo o haciendo botijos llevan décadas interrogándose por el sentido, si lo tiene, de la historia. Si obviamos tópicos tales “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” atribuida a Santayana o el no menos sobado "La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa" de Marx, los cuales lo mismo valen para un roto que para un descosido, rascando un poco existen multitud de teorías sobre la utilidad (o no) de tal disciplina ( me niego a llamarla ciencia por motivos obvios) ; desde su desprecio por los positivistas hasta la fe en una historia en constante evolución ( aunque a veces dé un paso atrás para avanzar dos) defendida por Kant o hacerla “maestra de la vida” según Cicerón. En mi modesta opinión el estudio de la Historia (una de las musas griegas, Clio) me proporciona placer y los placeres no necesitan de razones. Pero,puestos a buscarle algún uso, su conocimiento ( como cualquier otro conocimiento que se estime como tal) te puede guiar en la confusión y de vez en cuando señalar alguna sandez declamada desde un púlpito. Dos ejemplos. En un artículo publicado hace unas semanas en El País, Lina Gálvez, a la sazón eurodiputada, se descolgaba con “El apoyo de las mujeres a la extrema derecha siempre ha sido escaso”. Hablen papeles. La incorporación de la mujer al sufragio en España en 1931 (con la oposición de Margarita Nelken y Victoria Kent) llevó a la C.E.D.A. al poder y aunque hay que distinguir entre extrema derecha y fascismo las mujeres votaron a Hitler en mayor proporción que los hombres en 1933 (“Las mujeres siempre han estado entre mis apoyos incondicionales” decía el austriaco).Seguimos, PODEMOS se opone a la venta de armas a Ucrania porque prolongaría el conflicto. Quitando que se la lían con papel de fumar al hablar de Putin (quizá pensando que una vez de la K.G.B. siempre de la K.G.B ) y pasan por alto fruslerías como envenenamientos radiactivos a enemigos políticos fuera de sus fronteras si trasladamos su postura a la guerra civil del 36 deberían aplaudir el embargo de armas que impuso la Sociedad de Naciones al bando republicano y criticar la compra de material soviético pues, como bien dicen, tales acciones prolongaron la guerra y por ende el sufrimiento. Entonces ¿en qué quedamos? ¡NO PASARÁN!, de entrada sí.
Carlos Oya
La chapaEmpanamiento
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