La chapa

Carlos Oya

Me lo han cambiado

Hay un nuevo hombre: “el homo tediens” (perdónenme el neologismo) que en su ocio se retrepa en su sofá con su terminal y hala, a arreglar España

Ya decía Umberto Eco que con Internet todos los tontos que antes lanzaban un exabrupto en la barra del bar ahora tendrían un altavoz para que sus disparates se difundan urbi et orbi. Sus polémicas son como los mistos que en su minúscula explosión llevan su rapidísima desaparición. Hay un nuevo hombre: “el homo tediens” (perdónenme el neologismo) que en su ocio se retrepa en su sofá con su terminal y hala, a arreglar España bien pertrechado con faltas de ortografía y sintácticas. Una de las últimas, que se perderá y se olvidará como todas en breve porque tiene que dar paso a otras cuestiones banales para que los mismos sigan soltando barbaridades (porque esto es como el capitalismo que como se pare un segundo todo el sistema cae y los “retweets”, “me gusta” y demás panoplia dejan de retroalimentar el absurdo mecanismo) es la que se ha montado con el nuevo cartel de la “Semana Santa” de Sevilla. Se lo ha tildado de blasfemo y de homosexual por los cabestros de turno. A la hora de encarar una obra de arte lo ideal es llegar sin ninguna información de su autoría y/o circunstancias de su creación, es decir, sin lo que viene a ser estrictamente un prejuicio. No sabría decir si me terminó de gustar pero desde luego en ningún momento me dieron ganas de arrancarme los ojos. Lo de la blasfemia no lo vi por ninguna parte, al contrario, seguía la iconografía tradicional y lo de la homosexualidad menos: ni el paño de pureza estaba tintado con el arco iris (de hecho toma como modelo el paño del “Cristo del cachorro”) ni en el paisanaje, al fondo, el autor había plasmado “La ostra azul”. Luego otros dicen que es demasiado guapo y que no refleja el sufrimiento. Quizá hubieran preferido un fotograma de “La pasión” de Mel Gibson, una de mis películas “gore” favoritas. Pero si nos alejamos de la frivolidad y ahondamos un poco en el tema no sabemos nada del aspecto de Jesucristo (tanto la Sábana Santa como el Santo Rostro arrastran sólidas dudas y me quedo corto) y aún menos de su orientación sexual si la tuviere. Sí que tenemos constancia histórica de su existencia pues aparece en las obras de Flavio Josefo y, brevemente, Tácito pero de su físico nada de nada. Mi profesor de latín de la universidad aventuró que no debería de ser alto pues en un pasaje de los evangelios tiene que acercarse para ver una procesión. Una hipótesis plausible pero sigue siendo una hipótesis. Se puede generalizar con el tipo semítico de la época (delgado, tez morena, pelo rizado) pero no nos saldremos del terreno de la posible probabilidad .De hecho las alguna de las primeras representaciones de Jesús lo asimilaban a Apolo (pelo rizado, rubio, lampiño) y a Hermes en su variante de “buen pastor” (Hermes moscoforo - crioforo). Para que me entiendan: Cristo podría ser perfectamente bajo, calvo y feo. Igual a estos indignados les hubiera gustado más un cartel con esa iconografía.