La chapa

Carlos Oya

Pelazo

Respetando toda clase de gustos, faltaría más, partamos de la premisa “donde hay pelo hay alegría”

Estaba por repescar el tema de la semana pasada sobre el blanqueo del estado terrorista (y financiador de terroristas) de Arabia Saudí por parte de deportistas de élite tanto españoles como extranjeros ya que en este asunto Rafael Nadal, visto lo visto, se ha convertido en “el payaso de las bofetadas”. Hombre, ya que sois multitud (todos los equipos de la Supercopa, Jon Rahm, Piqué...) y hay tanta mierda lo suyo es repartir y que el bueno de Rafa no se la lleve toda. Y también que cojan su parte los medios generalistas y la prensa pues si estos no son “embajadores de la nación saudí” si actúan de alcahuetas ya que después de la merecida crítica a Nadal (al resto nada) siguen dando cobertura a los eventos deportivos de esa terrormonaquia árabe (y no me hagan hablar del mundial de Qatar) en un ejercicio de hipocresía que la ciencia estudiará en su momento. Pero como decía Savater (cito de memoria) “uno no puede ser elevado en todo momento”. Así que venía a compartir mi estupor ante los cortes de pelo de la gente en general y de la juventud en particular. Respetando toda clase de gustos, faltaría más, partamos de la premisa “donde hay pelo hay alegría”. No sé si es por la película Oppenheimer pero de un tiempo a esta parte se estila en los más jóvenes un peinado que se asemeja a un hongo nuclear o a un desmañado nido de golondrina debido a un caos de bucles que coronan la testa de los mancebos. Como la mayoría de estos tiernos infantes no tienen rizos naturales se los hacen con tenacillas como mi tía abuela Angelina. Otros juegan a la ruleta rusa de una calvicie incipiente echándose unos tintes platinos reflectantes que tiran para atrás (pero quién soy yo para criticar si en mi época los punks se decoloraban el pelo echándose lejía). El caso es que por detrás los veo iguales e intercambiables aunque no seré yo quién tire la primera piedra pues en mi generación también se estilaron modas capilares de esquiva belleza entre las cuales se llevó la palma el corte de paje también llamado del “Príncipe valiente” y vulgarmente conocido como de champiñón o tazón. Les aseguro que hice pasar ese cáliz (pero mis amigos no, je, je… paquetes). Eso no le sienta bien ni al mismísimo Brad Pitt (arras).Si que una vez enfebrecido por Elvis intenté hacerme un tupé pero eso no se sostenía así que volví a mí flequillo natural y me puse a escuchar a los Beatles. Estas mocedades de hoy van a la peluquería todas las semanas pero ya estoy yo para compensarlo. Un servidor se corta el pelo cuando comienza a parecerse a Javier Bardem en “No es país para viejos”. Una vez entras en el establecimiento y te sientas lo suyo es “hablar lo menos posible” y soltar unas vaguedades tipo “ pues no sé…como lo tenía hace tres meses” , “corto pero no muy corto” y cosas así. De todas formas el profesional tiene el poder y lo suyo no es calentarle mucho la sesera. Va a hacer lo que le dé la gana con tu cabeza Reza para que sea para bien y mientras esté haciendo a saber qué con tu nuca recita mentalmente cual mantra “burro mal trasquilado a los tres días emparejado, burro mal trasquilado a los tres días emparejado, burro..”.