La tirilla

Santiago Donaire

Plazas duras, insufribles

En Jaén, las plazas duras más llamativas son la de Santa María y la de Deán Mazas, ambas construidas en pleno siglo XXI

 Plazas duras, insufribles

Plaza de Santa María en la jura de bandera civil

Se conoce como "plaza dura" al espacio público de gran superficie, generalmente pavimentado con granito u hormigón, con escasa vegetación y, con frecuencia, poco mobiliario urbano. En España abundan estas plazas, algunas por su diseño, otras por estar situadas sobre estructuras, forjados o cubiertas de aparcamiento. Esta tendencia viene de lejos, y la mayoría de estas intervenciones urbanas se han llevado a cabo de espaldas a los vecinos: nunca una plaza dura ha sido fruto de un acuerdo ciudadano.

Desde sus orígenes, las plazas surgieron como lugares de encuentro y socialización. Por ello, no podía faltar el agua, la sombra, bancos donde sentarse y espacios donde los niños pudieran jugar. Sin embargo, a principios de los años 80 del siglo pasado, las plazas duras se pusieron de moda en España. La más representativa es la Plaza dels Països Catalans, en Barcelona, frente a la estación de Sants: más de 20.000 m² de granito que, sorprendentemente, obtuvo el Premio FAD de Arquitectura en 1984. Por aquel entonces yo vivía en Barcelona y no salía de mi asombro ante semejante lugar tan inhóspito. Ni un solo árbol, y apenas una decena de bancos incómodos colocados en los extremos, completamente expuestos al sol. Hoy, 45 años después y tras haber recorrido muchas plazas, me sigue pareciendo una aberración. No logro entender cómo fue declarada Bien de Interés Patrimonial en 2019. Los espacios públicos deben ser bellos, sí, pero sobre todo deben cumplir su propósito: ser lugares de encuentro vecinal, confortables, protegidos del calor, del tráfico y del ruido.



En Jaén, las plazas duras más llamativas son la de Santa María y la de Deán Mazas, ambas construidas en pleno siglo XXI, cuando este modelo ya había sido ampliamente criticado y relegado en muchas otras ciudades. Pero en Jaén siempre vamos tarde. La Plaza de Santa María tiene ciertos argumentos a su favor. Es la plaza ceremonial de la ciudad, y un espacio arbolado dificultaría la celebración de actos como la reciente jura de bandera, ceremonias religiosas, eventos civiles, manifestaciones o espectáculos. Además, permite contemplar sin obstáculos el edificio más emblemático de la ciudad. En la acera junto al Ayuntamiento, se plantaron moreras que han conseguido crear un rincón agradable para refugiarse del sol en verano o disfrutarlo en invierno. Sin embargo, el conjunto se ve arruinado por los bancos de piedra, sin respaldo y fragmentados como si fueran la falla del Rift: son, sencillamente, insufribles. La plaza Deán Mazas fue convertida en plaza dura ignorando por completo las protestas vecinales, por un empecinamiento difícil de entender que, con toda probabilidad, contribuyó a la pérdida de la alcaldía por parte de quien no quiso escuchar.

Mención aparte merecen las plazas situadas sobre aparcamientos públicos: Peñamefécit, Avenida, El Valle, Parque de la Concordia, Alameda, Alcantarilla, Constitución, y más recientemente, la ubicada sobre el Centro de Salud de la Alameda. Todas ellas representan una oportunidad perdida: podrían haberse construido con sobrecargas estructurales suficientes para albergar árboles de gran porte, como se hizo en Madrid Río, sobre la M-30 soterrada. En nuestro caso, no solo resultan inhóspitas, sino que la mayoría son directamente feas. Es lo que hay.

El reto, ahora, es ir recuperándolas poco a poco: embellecerlas, hacerlas cómodas, con bancos que inviten a sentarte y, sobre todo, dotarlas de sombra, algo imprescindible ante los efectos del cambio climático. Plantar árboles generosos en los perímetros y, en las zonas centrales, parterres con plantas y, pérgolas bioclimáticas o toldos tipo vela.

Salud.