Mediodía en la provincia de Jaén

Juan Francisco Villar

A vueltas con las pensiones

La opinión de Juan Francisco Villar


Hay dos cosas que se suelen decir de las pensiones que me molestan sobremanera.

Una es que se insinúe que las pensiones más altas no deberían subir. El fin de las pensiones es mantener el nivel de vida anterior a la jubilación. Un funcionario del grupo A1, el grupo más alto en la administración, concretamente un funcionario que, como los profesores de enseñanza secundaria, no tienen los sueldos más altos de este grupo, que entre a trabajar en 2023 cobrará unos 32000 euros brutos. El mismo funcionario que cobre ya todos los trienios y sexenios posibles puede llegar fácilmente a los 43000 euros brutos y se podrá jubilar con la pensión máxima. Quiero decir con esto que el trabajador, a lo largo de su vida laboral irá mejorando sus condiciones, el pensionista la única mejora que espera es la subida según el IPC. Bajar el poder adquisitivo de un pensionista con la pensión máxima supone condenarlo a una pérdida constante de poder adquisitivo.



Otra cuestión que me molesta es esa obsesión con la no sostenibilidad del sistema de pensiones. Entre los años 1989 y 2018, la Seguridad Social asumió 103690 millones de euros en gastos impropios (pensiones no contributivas, complementos a mínimos, Ayuda a la contratación de discapacitados, prestaciones por nacimiento y cuidado de hijos, subvenciones a regímenes especiales, gastos de funcionamiento, complemento de maternidad y otros). Según datos de Funcas el ingreso en cotizaciones es de 136344,70 €. El gasto en pensiones contributivas, sin gastos impropios, es de 142915,50 €. Es decir que tenemos un déficit anual de 6570,8. Si en aquellos años en que gastábamos en gastos impropios el dinero de las pensiones no lo hubiéramos hecho, tendríamos en la hucha de las pensiones dinero para asumir ese déficit, como mínimo, durante 15 años.

Con sueldos más altos, aplicando gastos de seguridad social también a la robotización de las empresas y enfrentando seriamente la economía sumergida, seguiríamos teniendo dinero, más que de sobra, para pensiones dignas, a pesar del baby boom de los años sesenta.