No nos queda más remedio que creer en ellos. Al menos en una provincia siempre “de paso” hacia cualquier otro lugar con mayor fortuna, en la historia de una España profunda, olvidada o simplemente en vías de inminente despoblación.
Eterno paraíso interior para los que vienen de fuera, a degustar lo que eufemísticamente llaman oro líquido; posiblemente para intentar compensar la complacencia colectiva que se arrastra en esta tierra de altivos aceituneros de antaño, hoy acomodados vasallos de las migajas de una política agraria comunitaria; es decir, del cuento del pariente rico que viene a salvarnos de la pobreza y el desarraigo.
Pero de vez en cuando recibimos la visita de quienes tienen el poder para decidir sobre nuestro futuro. Como magos o hechiceros que conceden una dádiva intentando compensar injusticias históricas, nos plantean proyectos que generan altas dosis de ilusión colectiva.
Sin duda algo en positivo, entre tanta mezquindad institucional, de ahora de y ayer con esta provincia; entre esa racanería crónica en inversiones y solidaridad que se ha practicado con una ciudadanía indolente con su pasado, conformista hasta el tuétano con su presente.
Los Magos no han venido de ningún oriente, ni traen más que lo que es de justicia. Algo tan sencillo como una esperanza para que algunos de los que hoy que viven aquí, con la edad todavía en los talones, puedan soñar con seguir viviendo cerca de sus padres, seguir compartiendo las amistades de la infancia, formar una familia propia cerca de la suya; y ante todo, tener un trabajo digno que no les obligue a migrar a otros lugares con más posibilidades de progreso.
No se trata de otorgar graciosamente regalos para ganar votos en futuras competiciones electorales. Se trata simplemente de responder a las demandas de una sociedad maltratada por quienes han ejercido el poder desde siempre.
Por desgracia a veces pienso que las diferencias ideológicas de quienes detentan el poder sólo han creado en Jaén unos resultados diferentes en matices, pero no muy distintas en aquello que podría sacarnos, sustantivamente, de una decadencia, de la que también son responsables sus propias víctimas.