Mediodía en la provincia de Jaén

Juan Francisco Villar

Emigrantes de Jaén

La opinión de Juan Francisco Villar


La población de Jaén representa sobre el 7 % de la población andaluza, pero la emigración jiennense ha representado a lo largo del pasado siglo entre un 20 % y un 25 % de la emigración andaluza. Es más, hoy, a pesar del fenómeno de los emigrantes jubilados que vuelven a su pueblo de origen, Jaén sigue perdiendo población. Y no siempre fue la emigración ordenada que algunos dicen. A la emigración la mueve el hambre y, cuando hay hambre, no hay nada que pueda impedirla.

El régimen franquista la prohibió, y no sólo al extranjero. El 11 de septiembre de 1939 una circular del Ministerio de Gobernación a los gobernadores civiles prohibía los desplazamientos hacia las grandes ciudades y los centros industrializados del país. Se implantó un salvoconducto para poder salir del municipio y de la provincia de origen. Sin este salvoconducto no había cartilla de racionamiento, ni vivienda, ni trabajo reglado. Pero, para no morir de hambre la gente salió, y muchos fueron expulsados de Madrid, Barcelona, País Vasco, Valencia o Sevilla, especialmente jiennenses, y tuvieron que volver a su tierra con un billete de tren y su hambre a cuestas.



Hasta 1957, fueron 2 décadas en las que muchos de los hambrientos se movieron y trabajaron ilegal y clandestinamente, hasta ser descubiertos y expulsados. Un documento que la dirección sevillana de la Falange envió a la central nacional hablaba de la devolución de 10.000 personas entre octubre de 1939 y 1940, la mayor parte de Jaén. En Barcelona los pabellones de Rumanía y de las Misiones de la Exposición de 1929 se usaron para encerrarlos, desinfectarlos y enviarlos a su lugar de origen con un billete de tren. En Madrid hicieron lo mismo en Matadero y el albergue San Isidro labrador. Otros fueron enviados a un campo de trabajo en Nanclares de la Oca, donde se les entregaba el billete tras varios meses de reclusión. Ni siquiera el Auxilio Social atendía a estos ilegales.

Afortunadamente, también había gente como un policía de Jaén en Barcelona que, como cuenta el historiador Miquel Molina en su obra Fronteras de papel, estaba pendiente de los jiennenses que eran detenidos y los sacaba y alojaba en una casa del barrio de Gracia.

Recordad jiennenses que esos primos, o tíos, que salieron del pueblo, y se instalaron fuera en los cuarenta y primeros cincuenta eran, casi con toda seguridad, tan inmigrantes ilegales como los que hoy cruzan en patera.