Con perspectiva sureña

Antonia Merino

El que pueda hacer, que haga

Esta estrategia de esparcir mierda funciona y, a la vista de los últimos acontecimientos, la vereda sigue abierta

La irresponsabilidad y toxicidad de algunos/as dirigentes políticos/as parece no conocer límite dado que están dispuestos a alcanzar unos niveles de zafiedad mayúscula e impropia de quienes ostentan un cargo público. Este tipo de personajes son expertos en utilizar un lenguaje duro, bronco, agresivo, con una visión de la política vulgar y mezquina, huérfana de cualquier lógica. Lo peor de esta calaña es que se desenvuelve con gran soltura en su charca pestilente, incapaz de salir de ella quizás por su incapacidad o simplemente porque carecen de escrúpulos. Así, vemos que cualquier patán puede llegar a la cúspide de la política vomitando las mayores sandeces e insultos, pero aplaudido y vitoreado por los suyos, por una permanente camarilla y por sus redes mediáticas. Esta estrategia de esparcir mierda funciona y, a la vista de los últimos acontecimientos, la vereda sigue abierta. Para gritar e insultar no hay que tomarse mucho tiempo, mientras que para argumentar, rebatir u ofrecer una alternativa, sí. Lo cierto es que existen esos políticos que han renunciado a la dialéctica para echarse en brazos de lo difamatorio, lo intolerable y la mentira. Desde el atentado del 11-M vivimos en un escenario totalmente endiablado, salvo cuando el PP asume la dirección de orquesta y entonces las aguas mediáticas navegan placenteramente y la justicia vuelve al redil. Llevamos más de dos décadas de griterío, de extrañas maniobras y de un reparto arbitrario de carnets de españolidad. En este imaginario tablero todo vale, incluso cambiar las reglas del juego siempre que se amolden a sus intereses. Existe un tridente político, mediático y judicial totalmente sincronizado, que actúa bajo la denominada consigna “Aznar”: “¿Qué se puede hacer? Pues el que pueda hablar, que hable. El que pueda hacer, que haga. El que pueda aportar, que aporte”. A este tridente le basta con desgastar, dañar, difamar, levantar sospechas para socavar lo que consideran un gobierno “ilegítimo”. La propia Ayuso lo corroboró hace unos días: "Lo están haciendo muchos jueces, muchos fiscales, muchos periodistas, empresarios que están dejándose la piel”. ¿Se acuerdan del sindicato del crimen para tumbar a González?, Ansón lo admitió. El tridente lleva años funcionando y sus víctimas son esos otros políticos inocentes que han visto truncadas sus carreras por acusaciones falsas, que posteriormente han sido desechadas. La hemeroteca nos regala jugosas noticias. Aznar consiguió destruir la vida política de primer presidente del Gobierno de Castilla y León, el socialista Demetrio Madrid, procesado por un presunto delito social. Cuatro años más tarde fue absuelto, mientras que Aznar se hacía con el gobierno de su comunidad. El propio Feijóo llevó a cabo “persecución judicial” contra el secretario general del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, por unas presuntas irregularidades, que años más tarde serían archivadas. El “tamayazo” o la compra de votos por parte del PP de Madrid, un hecho sin precedentes en la política nacional, elevó al Olimpo a Esperanza Aguirre, desde entonces el PP campa a sus anchas en la comunidad madrileña. No podemos dejar en el tintero a los chicos de Podemos que fueron cayendo uno a uno como chinches… Desde hace un año, Pedro Sánchez y su entorno están en la diana: su mujer, su hermano, el Fiscal General del Estado y ahora, cómo no, los famosos whatsapps entre Sánchez y Ábalos difundidos con una clara intencionalidad de menoscabar la figura del presidente. Claro que hay un plan para desestabilizar este gobierno. El que pueda hacer que haga. Y en eso están, aunque sea a costa de este país y de sus habitantes.