Mediodía en la provincia de Jaén

Carlos Serrano

La guayabera

La opinión de Carlos Serrano


Cuentan que la primera vez que Fidel Castro compareció en público sin su uniforme verde oliva vestía una guayabera. Prenda que también vistió el mandatario venezolano Carlos Andrés Pérez (CAP), presumiendo, además, de que era un regalo de su amigo Fidel hecho a medida. Aunque quizás la imagen de una guayabera en el trópico siempre estará asociada al escritor colombiano Gabriel García Márquez recibiendo el Nobel de Literatura.

En la España gris, no tan lejana, la guayabera era mayoritariamente una prenda utilizada por viejos. Recuerdo que cuando yo era pequeño también la vestían los peluqueros, imagino que por la abundancia de bolsillos. Así, en los inferiores guardaban tijeras y navaja y en el superior, el peine.
Casi desapareció, hasta que primero el rey Juan Carlos y luego, el rey Felipe VI la lucieron en sendas Cumbres Iberoamericanas.



Escribía Cabrera Infante que “la guayabera es una prenda tradicional cubana y era la vestimenta más demócrata: la llevaban tanto los obreros como los terratenientes”. Y añadía que “antes cuando un político usaba la guayabera con fines populistas se le llamaba manengue”.

En Andalucía, un claro exponente del populismo es el presidente Moreno Bonilla. Por eso no sorprende que haya recuperado el uso de la guayabera y no pierda ocasión de vestirla en cualquier acto público de relajo protocolario.

Igual en sus generosos bolsillos se puede dispersar una política cicatera con lo público y el olvido de la provincia de Jaén mejor que en la clásica camisa Oxford azul celeste.

Ignoro si los judíos visten guayaberas. Los sefardíes utilizaban la toga con jubba y entari, aunque no descarten que ‘nuestros sefarditas’, Bendodo, al que algunos ya ven como ministro si Feijóo llega a gobernar en Madrid, y el presidente del PP de Jaén, Erik Domínguez, terminen luciendo guayabera como buenos manengues.

Y tampoco que el rancio nacionalismo español de la ‘andaluza exprés’ Olona encargue una guayabera a medida para hacer gala de la indecencia. O que también se la ponga ese no menos rancio nacionalismo provincial, tan representativo de aquel machadiano casino provinciano.
Yo por edad y por estilo no gusto de guayaberas, así que permítanme reivindicar una ibicenca o una floreada hawaiana para el verano andaluz.