Mediodía en la provincia de Jaén

Juan Antonio Siles

¿Momento dulce en el olivar?

La opinión de Juan Antonio Siles


El aceite de oliva vive un momento dulce. Eso es innegable. A pesar de que el aumento del IPC ha hecho que su precio también se revalorice en el lineal de las grandes superficies, lo cierto es que el consumo no se resiente en exceso. Es más, especialmente gracias a las exportaciones, el aceite de oliva se encamina hacia la tercera campaña de comercialización con los mejores datos objetivos de la última década. Un momento dulce por encima de los tres euros, lo que supone una magnífica noticia para el olivar tradicional, cuyos agricultores, la gran mayoría de la provincia de Jaén, comprueban con satisfacción que tienen unos pequeños beneficios más allá de las ayudas de la PAC.

Pero ese momento dulce puede pasar más rápido de lo que este humilde periodista termina su opinión. Por eso, el sector olivarero tiene que seguir trabajando para garantizar el futuro. Un futuro que, de forma inexorable, pasa por la sostenibilidad desde su triple vertiente: económica, social y medioambiental. De ahí que sea una magnífica noticia que las cooperativas y, en el fondo, los propios agricultores, apuesten a las claras por un cultivo más sostenible, más acorde con el cuidado del medio ambiente que siempre demandamos los ciudadanos de a pie.



Pero esa sostenibilidad medioambiental no puede hacerse dejando de lado la económica. Para que el olivar tenga futuro debe ser viable. Es un negocio, aunque bien visto no se pueda comparar con una empresa pura y dura. Pero necesita rentabilidad, porque de lo contrario apaga y vámonos. Y eso no puede chocar, jamás, con la sostenibilidad social, porque el olivar, especialmente el tradicional, es un nicho real de riqueza, de empleo y de fijación de la población al territorio a poco que se cuide el presente y se garantice el futuro. La viabilidad no es simplemente ganar dinero. La viabilidad es también generar riqueza en un medio rural que depende de las cosechas que, año tras año, nos otorga el bosque humanizado más grande del mundo.

Pero volviendo al momento dulce del aceite de oliva, de los datos fríos y objetivos se desprende que la comercialización marcha bien, que el consumo no se resiente, al contrario, mejora aunque sea a cuentagotas, y que los precios se mantienen estabilizados. Pero, insisto, esta situación no debe servir para que el sector olivarero se duerma en los laureles, sino para que tome la iniciativa y afronte el futuro con la seguridad de saberse el mayor productor de aceite de oliva del mundo y, por consiguiente, el que tiene en sus manos el potencial suficiente para asegurarse el futuro con unos precios estables por encima de los costes de producción. Veremos si es así.