Ante el pavoroso aumento de los precios de las energías y de la electricidad, son muchas las empresas y los particulares que ven en el autoconsumo eléctrico a través de la instalación de paneles solares en las casas la solución a sus problemas de consumo energético.
En una vivienda unifamiliar normal, con la instalación de placas solares y un cambio mínimo en los hábitos de consumo y métodos de calefacción, el ahorro total en la factura puede ser muy superior al 50%, es decir, podemos pagar menos de la mitad de la factura no solo de electricidad si no de todas las energías que usemos también en la climatización de nuestro hogar. Mucho mayor aún puede ser el ahorro en empresas que centran su actividad en las horas en las que más aprovechable es la luz del sol.
Pero no todo es de color de rosa. A la importante inversión económica que supone para una familia normal la instalación de los equipos, hay que sumar los grandes impedimentos que los ayuntamientos ponen a los que quieren acometer estas reformas. Los que vivimos en ciudades como Baeza o Úbeda, nos encontramos con que casi todo el casco urbano de nuestras ciudades está protegido contra cualquier tipo de modificación, incluido el aspecto de nuestros tejados. El espacio protegido en cualquiera de estas dos ciudades es mucho mayor al de cualquier otra ciudad patrimonio de la humanidad española, mayor, por ejemplo, al de Toledo o Segovia.
La pregunta es ¿hasta qué punto hay que priorizar el mantenimiento de nuestro patrimonio sobre la modernización de nuestros hogares? ¿Una ciudad patrimonial tiene que renunciar a ser una ciudad eficiente y ecológica?. Pensemos en que si se hubieran aplicado las medidas restrictivas actuales desde hace 40 años, no se hubieran podido abrir escaparates en las tiendas ni las viviendas del centro hubieran dispuesto de puertas para cocheras. Esto, sin duda, hubiera hecho disminuir la actividad de nuestros centros históricos y la despoblación de los mismos sería un hecho.
A todos nos gusta que nuestras ciudades patrimoniales mantengan la esencia de lo que las ha llevado a ser lo que son y nos molestan las atrocidades urbanísticas llevadas a cabo en ellas en épocas anteriores, pero entiendo que la tradición y la modernidad deben ser compatibles y necesitamos políticos capaces de articular mecanismos que compatibilicen las dos ideas. De nada sirve tener unas de las ciudades más hermosas del mundo, si no se puede habitar en ellas.