Existen relojes de sol, relojes de bolsillo, de pulsera, también existen relojes de
salón, relojes de cuco, existen cronógrafos, relojes colgados de torres y
campanarios, hasta relojes atómicos e incluso existen cronómetros que también
nos permiten controlar el tiempo. Eso sí, sin ninguna duda los mejores son los
relojes suizos. La precisión de las maquinarias y la delicada artesanía en la
fabricación de cada nueva pieza son algunas de las claves. Detrás de Suiza está
Japón con su última tecnología aplicada a los relojes digitales. Y marcas como
Rolex, Patek Philippe, Panerai, Zenit, Omega o Cartier son algunas de las más
codiciadas y valiosas.
Lo que todavía no sabemos es qué tipo de reloj utiliza la ministra de Transportes,
Raquel Sánchez. ¿Llevará en su muñeca algún reloj o preferirá mirar su móvil?
¿En su despacho del Paseo de la Castellana tendrá reloj, será éste de péndulo, o
mirará qué luz entra por su ventana?.
Todas estas preguntas dan respuesta en el caso de que controle el tiempo ya que
cabe la posibilidad, no tan remota, que no lo haga porque tras anunciar la licitación
del estudio de viabilidad para la conexión de la línea de alta velocidad Madrid-
Sevilla con el corredor Córdoba-Jaén, Raquel Sánchez ha dicho que la intención
es “reducir el tiempo de viaje a tres horas”. Esto simplemente pone en evidencia a
la exalcaldesa de Gavá porque evidencia que ha viajado entre poco y muy poco a
Jaén. Si lo hubiese hecho sabría que de Jaén a Madrid ya se tardan tres horas
tanto en coche como en Media Distancia.
También podemos pensar que la ministra no usa reloj o peor aún que no tiene reloj
para Jaén como ha ocurrido con los Gobiernos de los últimos 20 y 30 años, que
han ido desprovistos de relojes mientras desmantelaban toda nuestra provincia.
Pero los ciudadanos de Jaén sí tenemos reloj que nos permite saber que tres
horas no supone reducir ningún viaje y que un vídeo de dos minutos, mientras se
lee un teleprónter, puede estar cargado de buenas intenciones o simplemente de
promesas que tarde o temprano acabarán convirtiéndose en falsas promesas
mientras el tic-tac del reloj sigue sonando.