Últimas semanas de una recogida que se ha adelantado por varios motivos. El primero, por la apuesta cada vez más mayoritaria de los agricultores de comenzar entre octubre y noviembre para ganar calidad y excelencia en sus caldos. El segundo, por desgracia, por la falta de precipitaciones que está condicionando esta campaña y que condicionará muy negativamente la próxima. Coletazos de una cosecha que se prevé buena por cuanto ha mejorado notablemente el rendimiento graso, alcanzándose medias de un 20 y 21 por ciento, bien distintas a las ilógicas cifras del pasado año, cuando no se superó el 16% de media.
En estas estamos con la consejera por Jaén durante dos días. En ellos ha asegurado que el aforo se va a cumplir y que de variar será muy ligeramente a la baja porque todavía nos queda el mes de febrero para recoger aceitunas, aunque ya sean mínimas. Es posible que estemos rondando el aforo. Iremos viendo con los datos oficiales de la AICA, que hará públicos presumiblemente este viernes y que estarán actualizados a finales de enero. Entonces podremos comprobar si es cierto que se alcanza el millón trescientas mil toneladas en España o no llega al millón doscientas mil como dicen las organizaciones agrarias.
También dejó en Jaén dos buenas noticias. Por un lado, la construcción de un centro de referencia para la calidad del aceite de oliva que estará ubicado en Geolit. La segunda, que se aumenta en 9 millones de euros el presupuesto destinado a la convocatoria de ayudas para la incorporación de jóvenes agricultores en 2020. La primera iniciativa viene de la mano del Patrimonio Comunal Olivarero y gracias al convenio firmado en la Delegación del Gobierno andaluz. La segunda está motivada por el buen trabajo realizado por las organizaciones agrarias denunciando, a comienzos de enero, que casi el 70% de los jóvenes que habían solicitado las ayudas se quedaba fuera. Una medida que demuestra el compromiso de la Junta con el tan necesario relevo generacional.
Hasta aquí las buenas noticias. Las malas proceden del cielo y de esa falta de precipitaciones que nos está secando los campos y los ganados. Estamos sufriendo una de las peores sequías que se recuerdan y que nos lleva al funesto año 1995. Los pantanos de la Cuenca del Guadalquivir se encuentran al 28% de su capacidad media y de seguir esta falta de lluvia podríamos estar al principio del ocaso de nuestras producciones. Espero que no se llegue a tan funesto futuro y que las administraciones actúen mucho antes aprobando el Decreto de Sequía, construyendo nuevas infraestructuras más que necesarias y adoptando medidas que faciliten el riego y la modernización para seguir ahorrando recursos.