Reconocerán conmigo que es difícil abstraerse de algún tema que no pase por las dos guerras actuales que lo inundan todo mediáticamente hablando: La guerra de Putin y la del PP. Desde hace unos diez días ellos solos se consumen telediarios, tertulias y periódicos por las dos caras … así que como los considero bien informados no insistiré por esas vías, entre otras cosas porque de tanto hablar de lo mismo nos cuelan de rodón el silencio de otros asuntos de gran calado y que seguro que a la mayoría de ustedes les afecta.
Este es el caso del ciclo inflacionista en el que estamos instalados desde hace algunos meses y que según el último dato publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en modo de adelanto del IPC de febrero, se estima un nuevo repunte en la inflación estatal del 7’4% encarando así el año en el que debe consolidarse el proceso de reconstrucción socioeconómica tras la crisis de la Covid-19 con la tasa de inflación más alta de los últimos treinta años.
Ante toda esta espiral de subida de precios de complicada solución dado que la guerra en Ucrania mantendrá muy caros los suministros energéticos, los trabajadores/as y los pensionistas volvemos a ser los más perjudicados y los obligados a costear las malas decisiones tomadas por otros grupos y lobbies de poder. Como ya ocurrió en los primeros meses tras la aparición de la pandemia, como en su día con el estallido de la burbuja inmobiliaria o como ha venido ocurriendo en prácticamente todos y cada una de las grandes crisis cíclicas del sistema neoliberal.
En las economías modernas, en las que los salarios y las pensiones son las únicas fuentes de ingresos de la mayor parte de los trabajadores/as, en activo o ya jubilados, la única forma de compensar esta deriva de precios, pasa ineludiblemente por mejorar las percepciones salariales y las pensiones que recibimos, incrementando nuestro poder adquisitivo de manera real para así incentivar el consumo y la demanda interna, elemento esencial en nuestro modelo productivo, donde el sector servicios tienen un peso muy elevado y la industria no alcanza la aportación al Producto Interior Bruto (PIB) recomendado incluso por la Unión Europea.
Da miedo ir a la gasolinera y ver qué cuesta el gasoil o la gasolina, pero ir al mercado o al super te va dando el mismo susto al ver como cada vez rinde menos un billete de 50 euros, por tanto hay que salvaguardar el poder de compra, ya se ha producido con las pensiones con el acuerdo de mantenerlas con el IPC, de igual forma las clausulas de revisión salarial efectivas en todos los convenios colectivos es la única forma eficaz de mantener el poder adquisitivo de los/as trabajadores/as. Si no … con una nómina… no llega ni a la quincena de mes¡¡¡