Cada cierto tiempo (tres, cuatro, cinco años), la Unión Europea impulsa una nueva reforma de su Política Agraria Común, que incluye, entre otras cosas, las ayudas económicas directas a los agricultores.
¿Por qué esas revisiones periódicas? Pues porque pretende lograr, aunque sea lentamente y con tímidos pasos, que la agricultura en la UE, sea sostenible económica, social y medioambientalmente. Parte de planteamientos de máximos que en el periodo de debate y consenso de los distintos países y sectores implicados, acaban desdibujándose en gran medida.
La última reforma, la que entrará en vigor en 2023, y en lo que a Jaén y su olivar concierne, estimo, y es una opinión personal, que aunque nos deja unas de cal y otras de arena, avanza en la dirección adecuada, ya que una parte de las ayudas económicas estará condicionada a la implantación de un manejo más respetuoso con el medio ambiente. Son los llamados ecoesquemas o ecoregímenes. Uno de ellos, el que se antoja más fácil de implementar, es el mantenimiento de cubierta vegetal, que puede ser simplemente eso, o la introducción de cultivos complementarios tan interesantes como las leguminosas, por ejemplo. Una actividad económica complementaria para el agricultor que, además contribuiría al enriquecimiento del suelo. Ojalá, poco a poco, el uso generalizado de herbicidas sea sólo un recuerdo, un triste recuerdo, y en nuestros campos de olivos vuelva a crecer la hierba y a recuperarse la fauna que siempre acogió. Todo ello no tiene por qué venir acompañado de una merma en la producción de aceituna y, si a una mayor valoración del aceite de oliva virgen extra por parte de un consumidor cada vez más informado y exigente.
Con el actual manejo, estamos agotando las aguas en el subsuelo y la tierra en la superficie, que acaba colmatando arroyos, ríos y pantanos arrastrada en veloz carrera cuando llegan las lluvias.
¿Habremos llegado, por fin, a un punto de inflexión? En ello confío.