Cerramos un año que ha tenido más menos que más.
Dejamos atrás la pandemia del COVID, pero nos llegó con el frío viento siberiano, la guerra, que ha propiciado una crisis económica disparando los precios, que nos han llenado los bolsillos de arena.
El Tribunal Constitucional, con jueces demostrando que su independencia del poder político es una quimera, están usando la pértiga del partidismo para saltarse la autonomía que tiene el Parlamento para legislar.
Las consecuencias del cambio climático, advertidas desde muchos sectores, han provocado que las lluvias y el brasero lleguen en tiempo tardío, propiciando una sequía que nos cuesta millones de euros en pérdidas, sobre todo a una provincia como esta muy dependiente en lo económico de la agricultura.
Hasta la selección de fútbol, fabrica infinita de debates, hizo el ridículo queriendo inventar la pólvora.
En lo político, el P.P. golpeó la mandíbula del PSOE, dejando de momento un KO a su favor en las elecciones andaluzas.
Nuestra provincia, sosegada y en calma, afectada directa o indirectamente por lo relatado, también ha tenido un año poco amable. Seguimos con demasiado olvido que nos hace correr a la pata coja, resistiendo cómo podemos los envites de un ambiente de máxima polarización, Jaén todo lo resiste.
A cinco meses de las elecciones más nuestras, las municipales, los partidos se han puesto en marcha activando sus cocinas electorales.
El presidente de la Diputación, Paco Reyes, en rueda de prensa o paseando el palmito, presenta sus cuentas, comparando su gestión en el territorio con la realizada por el otro presidente en la Junta de Andalucía. Desde Sevilla, con el pecho aún hinchado, gracias a su mayoría absoluta, D. Juanma, hace lo propio lanzando a consejeros y delegados a la conquista de lo que hasta ahora ha sido una Galia para él.
El caso, es que unos y otros tienen un denominador común, sus palabras tienen más peso que sus obras.
