Por Los Cañones

María del Mar Shaw

Malas compañías

Ana Julia es el horror, la maldad, pero me encantaría saber el nombre del funcionario para señalarlo también aquí

Nada nos parece blanco inmaculado ni negro zaino, los extremos siempre encuentran como acercarse y atraerse creando diversas tonalidades que gradúan esos matices grises.

Por eso cuando a una persona se la puede definir sólo con un adjetivo nos causa impacto. Ser malo es un término que se utiliza de manera coloquial y dulcificada, se lo decimos a nuestros niños y niñas en tono cariñoso, forma parte de nuestro vocabulario diario sin demasiadas connotaciones. Hasta que salta a su cualidad, la maldad, la que se ejercita para causar daño de manera intencionada y disfrutando con ella. Ya no eres malo, eres malvado.



Desde que se descubre cómo esa mujer, Ana Julia Quezada, es capaz de matar a sangre fría a un niño de 7 años y hacer la mayor pantomima conocida ante medios de comunicación, las fuerzas de seguridad, los voluntarios, y lo que es más doloroso, ante su padre y su madre, supimos que era mala. Sin más. Es malvada, y ahí englobamos asesina, dañina, peligrosa, nociva o cualquier otro calificativo que la inteligencia artificial nos ayude a sumar. Todo es una palabra, maldad.

A nadie le ha sorprendido el conocer que intente lucrarse contando el asesinato de un niño indefenso y el dolor de sus progenitores mientras ella maquinaba como salir victoriosa entre la devastación. Que quiera erigirse en protagonista de cualquier bazofia elevando su ego, ni siquiera blanqueando su maldad, sólo siendo el centro de la información o atención y buscando engrosar su cuenta corriente o sus bitcoins, vete tú a saber. Pero para ello no basta con ser malvada, todos los planes para ser exitosos necesitan cómplices malvados también, malas compañías. Ella lo sabe, ya cometió el error de creer que en soledad podría taparse cuando sin cooperadores intentó ser una doliente más. Ya ha aprendido más y sabe que necesita a quién quiera ganar dinero con ella a costa de sus míseras memorias de asesinato, necesita los medios tecnológicos para llegar a ellos, y necesita que el sistema esté corrupto. Y le ha sido fácil todo. La jodienda no tiene enmienda, ese es el plan. Un funcionario, pagado por todos, que a cambio de favores sexuales le facilite el deseado móvil para hablar con supuestos periodistas que ven en la carnaza y en una pequeña tumba la forma de sacar tajada.

No saben cuánto me alegro de que salga a la luz y se le ponga coto. Ya la madre del niño lo había denunciado, pero nadie miró hacia ella, la pobre estará trastornada por el dolor se oía al fondo. Cuánta entereza ha tenido siempre esa mujer en medio de la tragedia, cuanta dignidad.

Me alegro de que Ana Julia sea más mala que ninguno, que su extremo se haga patente, que su mezquindad resplandezca entre todos los malos. El teléfono móvil no lo quería para hablar con su abuela o sus contactos. Es un instrumento más en el que han caído sus cómplices, era el vehículo del chantaje para doblegar, si quedaba algo, la voluntad del funcionario de prisiones que se prestó a su juego. Ese empleado público que creía tenía la sartén por el mango, que ha querido manejar a quienes debía de vigilar pensando que las mujeres son meros instrumentos para el sexo, así ha sido siempre y así seguirá siendo, ha caído en su propia trampa. No contaba con la maldad pura, y seguramente él que es sólo un malo a medias, se creyó superior. Ignorante.

No sólo existe el chantaje a su guardador, hay amenazas a la madre del niño por ser valiente y desvelar públicamente sus planes. Estoy segura que esa asesina tardará mucho, y esperemos sea muchísimo, en ver la luz de la calle. Sobre ella volverá a caer la justicia, sin duda. Pero a sus cómplices en los planes, a quienes se sentían impunes vendiendo favores a cambio de sexo, no hay que olvidarlos. Está claro que no está cualificado el funcionario para volver jamás a ese puesto, la expulsión debe ser inmediata, la condena judicial debe ser ejemplar, y si pasa a ser compañero de celda nadie se va a escandalizar. Pero lo que más me ocupa es que se recuerde sin ambages que los malos no alcanzan su objetivo sin cooperadores, sin personas sin escrúpulos cercanas que a cambio de satisfacerse sus deseos son capaces de cualquier cosa. Los y las malas sólo existen porque hay quienes les ayudan y tapan.

Ana Julia es el horror, la maldad, pero me encantaría saber el nombre del funcionario para señalarlo también aquí y que no se olvide, aunque sean presuntos, pero por su nombre y apellido, por ser malo, malvado.