Por Los Cañones

María del Mar Shaw

Miedo me da

La práctica nos ha demostrado que sin políticas públicas diferenciadas para colectivos en situación desigual, es imposible alcanzar la igualdad real

Quienes somos de natural optimistas, este año 2025 nos lleva de sorpresa en sorpresa. Con el corazón encogido cada mañana esperamos oír la nueva ocurrencia del todopoderoso y archivotado Trump. Desde su ascenso a los cielos, y a pesar de sus malos datos económicos que él califica de transitorios pero que no le impiden decir que América en sus 40 días de mandato ha alcanzado la edad de oro, como el predicador que se cree, cada rato trae una mala nueva. Así, sin más y bajo el aplauso de fervientes creyentes que le reverencian como en el cuento del Rey Desnudo, todos lo ven pero ninguno se atreve a decirlo.

 Nadie se escapa a sus malas formas y su mala leche. Hay para todos y todas, en un solo día insulta a Zelenski y a Europa, pone aranceles a la templada presidenta Mexicana o al guapo presidente Canadiense, se alía con Rusia o quiere ser el pacificador. La política expansionista que creíamos en manos de dictadores ha vuelto pensando en Palestina, Groenlandia o lo que se le ocurra para llevar a cabo sus negocios particulares. No hay formas que se le resistan. Ni falta que le hace porque vive rodeado de sus aduladores que le insisten en lo bien que baila y le preguntan por su peluquero.



La diplomacia, las normas de solidaridad, las buenas formas o la universalidad han desaparecido de un plumazo junto a las afirmaciones de la gran eclosión de la economía americana, acabar con el fentanilo o borrar toda delincuencia. Como si entre sus compatriotas todo fuera bondad y orden, olvidando por supuesto algún tiroteo en las aulas, que eso no cuenta.

Pero dos han sido los acontecimientos que de verdad me han puesto los pelos de punta en los últimos días. El primero, en el primer discurso frente al Congreso en este su segundo (¿y último?) mandato, le hemos visto defender con vehemencia y gran asentimiento sus políticas migratorias o de expulsión, sus aranceles, la involución el cambio climático, o los despidos masivos, todo bajo un mantra del sentido común, que está claro que es el menos común de sus sentidos. Pero lo más temible es la declaración grandilocuente y sin fisuras de querer acabar con las políticas de diversidad o inclusión. Basado en el mito del hombre blanco, libre y de buena familia que consigue ascender por sus propias acciones, quizás bajo el reflejo de su fraudulenta vida que se jacta de haber empezado de la nada porque sólo recibió un millón de dólares al cumplir los 18 años y es el hijo de un multimillonario, escondiendo que es descendiente de inmigrantes.

La práctica nos ha demostrado que sin políticas públicas diferenciadas para colectivos en situación desigual, es imposible alcanzar la igualdad real. Las meras declaraciones formales que aparecen en todos los textos constitucionales no han conseguido hacer avanzar frente a las situaciones de origen desigual. Las mujeres partimos claramente de normas que nos han oprimido e impulsado hacia opciones inferiores en el trabajo remunerado, en el entorno privado, en las profesiones, en la imagen o frente a la violencia. Su eliminación, o más grave el demonizarlas, puede suponer un retroceso de siglos. Las acciones positivas corrigen desigualdades consecuencia de las prácticas sociales, tienen carácter temporal, y nunca se dirigen a una persona sino al colectivo. Eliminar las políticas woke (mantente despierto) significa abandonar la alerta sobre la injusticia social.

Y si eso me ha dado mucho miedito, del de verdad, ver a su segundo de a bordo, el descendiente de cubanos, Secretario de Estado, Marco Rubio hacer una entrevista con la cruz del Miércoles de Ceniza en la frente ya no quiero ni contar. Con esa exhibición daba una clara señal, quienes no piensan como yo, están contra mí. Marca líneas rojas. Que la política y la religión se confundan no es nada nuevo y siempre con consecuencias nefastas, basta recordar ejemplos y cómo siempre recaen en oprimir al mismo colectivo, las mujeres, Irán, Afganistán, Arabia Saudí…

Así, de nuevo en este marzo Simone de Beauvoir vuelve a estar más presente, “los derechos de la mujer nunca se dan por adquiridos, hay que estar vigilantes toda la vida”.