Se refiere esta famosa expresión en su formato más académico al proceso que pasan las personas para aceptar su orientación sexual o identidad de género, compartiéndola abiertamente con los demás. De forma coloquial la usamos para todas las situaciones en las que algo, por fin sale a la luz, y que previamente puede habernos deparado angustia o vergüenza y temíamos que se descubriera. Se usa también de manera figurada ante situaciones tangibles que vemos por primera vez.
En estos últimos días esta frase se me ha venido a la cabeza de forma persistente y machacona en alusión a dos “sucedidos” que han ocurrido en relación a Jaén, con horas de diferencia, y que explican mucho de esta ciudad y sus gentes.
Por una parte, de madrugada, casi sin avisar y con reparo, por fin vio la luz saliendo de su peculiar armario nuestro tranvía de Jaén para sorpresa de todos y todas. Y digo yo que no se lo merecía, que esta salida tenía que haber sido anunciada con bombo y platillo, con autoridades y toda la prensa sacando su mejor perfil. Después de casi tres lustros en los que ha permanecido encerrado, vilipendiado, despreciado, con los caminos abiertos y convertidos en aparcamiento gratis, una gran puesta en escena le debería estar aguardando.
Cuando por fin nos libramos de angustias y parece que hay consenso político, y esperemos que dinero, para su puesta en marcha, lo hace con miedo. Creería que nos avergonzamos de mejorar, de tener transporte digno, de trasladarnos desde el polígono al centro de Jaén en 10 minutos, de modernizarnos sin humos. Resulta curioso que los aún detractores usan como argumento que tienen un recorrido corto, que no es suficiente, que tiene que llegar a Torredelcampo o La Guardia. Lo que ha sido poco es el camino que ha hecho hasta hoy, apenas unos metros para taparse durante 13 años en su cochera. Esta salida del armario bien se merecía mayor júbilo, ahora que nos dan algo de esperanza, que nunca viene mal en esta nuestra ciudad que hay quien quiere siempre verla en sepia. Confiemos que sea pronto la definitiva.
De otra parte, tras años escondidas de forma voluntaria, han salido a la luz variadas y diversas opiniones de nuestro máximo regidor municipal sobre todo lo divino y humano: la igualdad de sexos, la memoria histórica, las becas o el cambio climático. Ahora comprendemos porque ha sido tan comprensivo con su bancada y sus opiniones sobre Franco o la negación de la violencia machista. Si no fuera por lo que representa darían lugar a una gran tarde de entretenimiento. A modo de ejemplo les adelanto que manifiesta no estar de acuerdo con la obligación del cinturón de seguridad o el casco. Llaman la atención algunos pasajes como el que alaba la prostitución como “el buen vivir” se refiere y lo defiende como un nicho de empleo y explica cuáles son sus beneficios sobre nuestro sistema de seguridad social. Llega incluso a lanzarse con la democracia y todos los partidos políticos, ¿el suyo también Sr. Romo?, o se mete en la piel del jurista denostando la Ley contra la Violencia de Género aprobada por unanimidad en nuestro Congreso (también por el PP). Uno de los grandes pasajes es cuando alude expresamente al entonces ministro de Educación de su actual partido, Wert, siente que le copia las ideas, o aquel en el que manifiesta su negación del cambio climático “una moda para sacar tajada que ha hecho de oro a muchos”, que le pregunte a los valencianos. Entre otras, queda claro, nuestro alcalde prefiere que lo rescate de un incendio un buen y fornido bombero que una preparada bombera. Para gustos, colores. No quisiera privarles del ejercicio de leerlo, les animo porque no tiene desperdicio.
Todas estas perlas las fue dejando escritas en diversos canales y no sé por qué razones las borró y quiso que nunca salieran del armario coincidiendo en el tiempo con el encierro del tranvía en cocheras en manos de otro alcalde del PP y el acercamiento del actual a la vida pública. Pena que las redes son tozudas y nos devuelven una y otra vez a nuestro pasado.