Mucho ha llovido pero poco se ha movido desde que Josep Borrell al frente de la cartera socialista del Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente reuniera a las grandes empresas del ramo en aquel momento para advertirles de algo obvio, que iba a cumplir la ley. Proponía que los contratos se adjudicasen conforme a la legalidad y debían desaparecer las comisiones. Lo hizo hasta en dos ocasiones en tres años, en el año 1991 y en el 1994. De poco le sirvió, de poco nos ha servido. La corrupción, las mordidas, las comisiones o el amaño de contratos, como se quiera llamar, ha sido una práctica común en las obras públicas de este país.
No es casualidad que las empresas que se reunieron con el ministro en 1991 coincidan en un porcentaje alto, y las que no vienen a ser las hijas de ellas, con las que ahora vemos en periódicos e informes de la OCU. Nada nuevo bajo el sol.
Asistimos con una mezcla de asombro, hartazgo y cabreo a un nuevo caso de corrupción que afecta al PSOE y al Gobierno central y que puede venir muñiéndose hace décadas desde alguna comunidad. Y en todo esto, nada es casual porque nadie llega al gobierno y el primer día le proponen y decide hacerse corrupto, todo forma parte de un entramado que sustenta también a este país.
En este proceso, sin duda alguna, las cabezas visibles y las primeras que tienen que rodar son las políticas a quienes de forma ingenua hemos votado pensando eran honestos. La prevención debería formar parte de las organizaciones políticas, de todas, conocer en profundidad a quien se lleva en cualquier lista sería una buena práctica, y no sólo en cuestiones económicas, los corruptos sexuales también se dan en todos los partidos. Por no hablar de los puteros, con leyes que llevan legislaturas presentándose para abolir la prostitución y nunca alcanzan mayoría... por unos u otros, nunca.
Pero a continuación de los corruptos políticos están las empresas, las grandes empresas, que manejan los contratos y los cotarros. Si el dinero se pierde de su cuenta de resultados, alguien debe pedir explicaciones en blanco, no en negro, y ese dinero que lleva años disolviéndose cual azucarillo en conceptos “de difícil cobro” debe hacer sonar las alarma, y si no suenan, mal asunto. Hablamos a lo largo de los años en los que se han destapado escándalos similares de muchos millones de euros, hasta miles de millones me atrevería a decir, y eso se ve en los balances, se conoce, por mucho que diga Garamendi. Pero además hay un sistema dentro de la administración pública que permite... hace la vista gorda... o se lucra a cambio de puntuar como “los mejores técnicamente” a las ofertas más generosas. Es imposible que se cuelen mesa tras mesa de contratación las mismas ofertas. Imposible.
Y si no se adoptan medidas fuertes, eficaces y por encima de todo creíbles frente a los corruptos en la política, en las empresas y en la administración, no vamos a ningún sitio. El PSOE como responsable actual de los políticos corruptos no puede mirar su ombligo y alojarse en el “y tú más”, que puede ser cierto, pero nos tiene hartos y sobre todo, hartas. La respuesta no ha sido contundente, y el miedo a la extrema derecha puede convertirse en vamos a ver otros cómo lo hacen. Sin olvidar que las mujeres, valedoras del actual gobierno progresista, nos hemos sentido humilladas y tratadas como ganado por esta gente, estos hombres, con grandes responsabilidades dentro del partido.
El PP por su parte lo tiene más fácil, en el mismo lodo, todos manoseaos, como diría Santos Discepolo. Esperar que la fruta caiga madura.
Y lo preocupante es el camino que abrimos a nuestros jóvenes, que piensen que todo es igual, todos los políticos son lo mismo, la democracia no tiene solución y se abren caminos oscuros en el horizonte como tabla salvadora.
PD. Procuro escribir en lenguaje inclusivo, pero hoy he querido señalar a ellos, los políticos-machos, los corruptos y delincuentes que además frivolizan y se sortean a las mujeres cual ganado estabulado. No es genérico, es masculino plural.