Quien a buen árbol se arrima

Manuel Ruiz

Llamas y lágrimas

A todos nos está impresionando la sucesión de incendios que arrasan numerosos puntos de España, en un verano del que aún queda más de la mitad de su tiempo...

A todos nos está impresionando la sucesión de incendios que arrasan numerosos puntos de España, en un verano del que aún queda más de la mitad de su tiempo y que se está presentando más cálido y seco de lo habitual. Hay llamas y lágrimas en todas las regiones y las imágenes de virulentos vórtices de fuego se repiten en todas las cadenas.
Ante este drama es un peligro resignarse a decir que la causa de los incendios forestales es el cambio climático. Sin negar la existencia del incremento global de temperatura producido por los gases de efecto invernadero procedentes mayoritariamente de la actividad humana, afianzarse en las causas de los incendios por esta razón es buscar un chivo expiatorio que permite ocultar las deficiencias de gestión y hace innecesaria cualquier forma de respuesta porque ¿cómo luchar contra temperaturas extremas?
Insisto en no negar que el cambio climático es el escenario general que explica y explicará muchas circunstancias en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, pero la causa de la extensión de la inmensa mayoría de los incendios forestales hay que buscarla en la permanente falta de inversiones por gobiernos de todos los colores para gestionar las masas forestales de forma adecuada, para mantener equipos de extinción correctamente dimensionados durante el tiempo necesario, para intervenir en el monte reduciendo al máximo los riesgos potenciales, para evitar la despoblación de grandes zonas forestales. Inversiones y un acuerdo nacional ante la naturaleza en sintonía con los servicios que nos proporciona y hacen posible nuestro bienestar.
Por otro lado, en una sociedad urbanita como la nuestra, que se ha ido afirmando de espaldas a las actividades del campo y del monte, se tiene la falsa percepción de que la conservación de la naturaleza es limitar toda intervención humana en la misma dejándola “salvaje”, lo cual es un grave error porque salvo excepciones, la mayor parte del entorno natural de nuestro país ha estado modelado por la mano del ser humano. Así, muchas decisiones de políticos locales y autonómicos impiden modelos tradicionales de gestión del medio ambiente para contentar una opinión pública que no entiende de campo.
La presencia del fuego es habitual en los ecosistemas mediterráneos, prueba de ello son las numerosas adaptaciones de muchas especies al mismo. Es inevitable la aparición de focos de incendios, pero la gran mayoría podrían solventarse satisfactoriamente con las inversiones adecuadas. Echarle la culpa a los pirómanos o al cambio climático es poner una cortina tras la que ocultar las propias incapacidades y responsabilidades.