A lo que parece, no le habría sido necesario a Pedro Sánchez pedirle a Juan Espadas su renuncia a revalidar el cargo de secretario general de los socialistas andaluces: el propio Espadas habría comprendido a tiempo que sus días como líder imaginario de la principal federación territorial del PSOE habían concluido. No con pena, pero ciertamente sin gloria. Aunque no sea un genio de los casinos, Juan no es mal jugador: su problema es que con las cartas que le tocaron en suerte difícilmente podía inquietar a un Moreno Bonilla en racha.
El relevo del exalcalde de Sevilla por la ministra de Hacienda se ha hecho público esta semana, aunque no se consumará hasta el congreso regional que se celebrará en febrero en Armilla. Antes será preciso despachar el trámite de las primarias, si es que el candidato alternativo y por libre Luis Ángel Hierro consigue reunir los nada menos que casi ¡¡¡5.000!!! avales necesarios para poder competir con María Jesús Montero. En todo caso, aun consiguiendo Hierro esas firmas, las primarias serían un paseo militar para la ministra y vicepresidenta del Gobierno: tales son las cotas de esperanza y el grado de unanimidad que su nombre ha despertado entre una militancia que, vistos los resultados electorales de los últimos años, no podía dejar de ver a Juan como un perdedor. Por primera vez desde aquel aciago diciembre de 2018 en que perdieron la Junta de Andalucía, con María Jesús los socialistas del sur sienten que pueden volver a ganar; y si no ganar, quedarse al menos en una dulce derrota que sea antesala de la victoria que les esperaría en la siguiente convocatoria electoral.
El columnismo conservador ya se ha apresurado a tachar a Montero de candidata a palos, pues es bien conocido que hasta ahora ella no quería beber el cáliz del liderazgo de un partido postrado en la depresión; pero bueno, también a Manuel Chaves le colgaron en 1990 ese mismo sambenito de candidato a palos y acabó gobernando Andalucía durante un par de décadas.
Montero no quería, pero finalmente no le ha quedado más remedio que querer. Ella era en realidad la única salida: es probable que Pedro Sánchez hubiera preferido tenerla solo para él en el Gobierno, pero mantener a Espadas había dejado ya de ser una opción, dado que en el partido era un sordo clamor la convicción y la urgencia de cambiar de jinete.
María Jesús Montero ha tenido muchos e importantes cargos, pero nunca ha sido la número uno. Esta es la primera vez en su carrera política que accede a lo más alto del podio al ostentar la magistratura de la Secretaría General del PSOE andaluz. Su hoja de servicios es un buen aval, pues siempre se desempeñó eficazmente en los destinos, de consejera o de ministra, que le fueron encomendados por Manuel Chaves, José Antonio Griñán, Susana Díaz o Pedro Sánchez. Naturalmente, ser bueno en lo institucional no garantiza serlo también en lo orgánico: Juan Espadas lo sabe bien.
Sea como fuere, su plan de compaginar los cargos de vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda con el de secretaria general de los socialistas andaluces no deja de tener ciertas contraindicaciones: la principal de ellas, el horario. ¿Cuándo y cómo va a ejercer de lideresa? En principio, en los ratos libres que le dejen sus ocupaciones gubernamentales. En los primeros compases de su nuevo destino tal vez sea suficiente con los fines de semana, pero a medio plazo la compaginación de cargos será poco práctica. Téngase en cuenta que, aunque el congreso de Armilla la ungirá en febrero como secretaria general con una holgadísima mayoría, a partir de entonces vendrá lo más difícil: ganarse el cargo que sus compañeros -y las circunstancias- han puesto graciosamente en sus manos.
Antonio Avendaño
Régimen AbiertoLa hora de Montero
Mantener a Espadas al frente del PSOE andaluz había dejado ya de ser una opción: en el partido era un sordo clamor la urgencia de cambiar de jinete