De vez en cuando, el azar burla a la ciencia generando fenómenos, acontecimientos o situaciones que esta no fue capaz de prever. Los científicos llaman a eso ‘cisne negro’, bella metáfora que categoriza astutamente lo sucedido, pero apenas logra ocultar el hecho de que, una vez más, no éramos tan listos como creíamos. El gran apagón de esta semana que dejó sin luz a España y Portugal ha sido uno de esos cisnes negros cuya misteriosa trayectoria de vuelo hasta posarse en el corazón de la península ibérica a las 12:33 del 28 de abril de 2025 intentan ahora las autoridades determinar con una precisión de milisegundos: ¿en qué momento exacto echó a volar el cisne negro?, ¿de dónde partió?.¿venía de muy lejos?, ¿qué lo indujo a emprender el vuelo?, ahora que hemos logrado espantarlo, ¿podemos estar seguros de que no volverá?
Quienes en algún momento de ese lunes 28 albergaron la esperanza de que el Gran Apagón no sería objeto de lucha política barriobajera vieron desmentida su contumaz candidez en apenas unas horas. El primero en abrir fuego fue el propio presidente Pedro Sánchez, quien ese mismo día, pese a admitir que era pronto para conocer las causas de lo sucedido, se apresuró a deslizar un críptico reproche a las centrales nucleares y, después, a insinuar responsabilidades de las compañías energéticas privadas: en realidad, lo de “privadas” sobraba, puesto que el Gobierno de España vendió en su día al mejor postor la empresa nacional de electricidad; tanto Felipe González como José María Aznar pensaron entonces que deshacerse de una empresa estratégica era una buena idea, aunque a estas alturas tenemos bastantes dudas de que en realidad fuera tan buena. Desde luego, no pensaron lo mismo los gobernantes de Francia, Italia o Suecia, cuyos mercados energéticos están bajo control estatal.
Naturalmente, el apagón ya se ha convertido en munición política, confirmando lo que ya sabíamos: que las derechas están haciendo con el apagón lo que ya hicieron con la pandemia: culpar al Gobierno y negarle toda colaboración leal. En España, la lealtad institucional y el consenso sobre los grandes asuntos nacionales saltó por los aires tras la inesperada derrota electoral del Partido Popular en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004. El PP nunca se curó del todo de aquella herida, provisionalmente suturada cuando recuperó el poder en noviembre de 2011, aunque que de nuevo volvió a sangrar en junio de 2018 con aquella moción de censura promovida con éxito por Pedro Sánchez a razón de resultar el PP condenado por corrupción en sentencia firme.
La información que arroja la hemeroteca o las distintas plataformas de Inteligencia Artificial como ChatGPT, Gemini o Perplexity no certifica nada concluyente en materia de culpables inequívocos de otros grandes apagones. Esto dice Gemini: “Si bien las investigaciones posteriores a los grandes apagones eléctricos suelen determinar las causas técnicas y los fallos sistémicos que llevaron al incidente, es mucho menos común que se señale y se pruebe la culpabilidad o responsabilidad directa de individuos o entidades específicas. La complejidad de los sistemas eléctricos y la interacción de múltiples factores hacen que la atribución clara sea un desafío considerable. Las investigaciones se centran más en la prevención futura que en la búsqueda de culpables”. Los otros dos modelos de IA vienen a concluir más o menos lo mismo.
Quiere decirse con todo ello que la identificación, caza y captura de los culpables del Gran Apagón no es que vayan para largo, pues es preciso analizar concienzudamente millones de datos, sino que es muy probable que el proceso indagatorio acabe en fiasco: al menos en fiasco para gobernantes, opositores, periodistas e ingenieros que sin haber transcurrido siquiera 24 o 48 horas ya habían decidido quiénes eran los culpables. Ciertamente, los medios y los partidos de la oposición tienen la mala costumbre de querer conocer ayer las causas de lo sucedido mañana.
Es bastante probable, por lo demás, que la investigación que se está llevando a cabo y que probablemente durará meses acabe con un diagnóstico fiable de lo sucedido y proponiendo una serie de mejoras que espanten a futuros cisnes negros. Y también es bastante probable que tales conclusiones serán lo bastante complejas y diversificadas como para que no quepan en ningún titular decente, aunque sí, desde luego, en todos los indecentes.
Lo bueno, en fin, de todo esto es que la fiebre detectivesca que se ha desatado en las redacciones y en las sedes de los partidos durará poco: pronto otra cosa sustituirá nuestros desvelos para determinar la causa del apagón. Los ingenieros trabajarán durante meses para dar con ella, mientras que políticos y periodistas centraremos nuestra atención a otros fenómenos, acontecimientos y situaciones mientras llega la explicación definitiva de lo sucedido: una explicación a la que probablemente apenas le prestaremos atención. El cisne negro del apagón se ha dejado algunas plumas, pero ha emprendido de nuevo el vuelo. Por definición, los cisnes negros nunca se dejan cazar.