Régimen Abierto

Antonio Avendaño

No habrá paz para ‘Perro’

Pese al porrazo parlamentario de esta semana, el Gobierno no permitirá que los pensionistas dejen de cobrar en febrero el incremento estrenado en enero

La voz de la Fe es más poderosa que la voz de la Razón. Desengáñese el Gobierno: su relato culpando al PP de perjudicar a 12 millones de jubilados por tumbar, junto a los patriotas de Abascal y Puigdemont, el incremento de las pensiones no tendrá en el electorado conservador los deletéreos efectos esperados por los fontaneros de la Moncloa.

Es más: desengáñense quienes piensan que los pensionistas de derechas le retirarán su voto al PP por el perjuicio, más virtual que real, que les ha ocasionado su voto contrario a esa importante subida: 2,8 por ciento para la mayoría de las pensiones, 6 por ciento para las mínimas y 9 por ciento para las asistenciales. Es más: ni siquiera quienes cobran una pensión asistencial o perciben el Ingreso Mínimo Vital pero detestan a Pedro Sánchez, que sin duda los hay, supeditarán su fe antisanchista a su cálculo económico. Cuando una emoción y un argumento se baten en campo abierto quien acaba mordiendo el polvo es el argumento, no la emoción, y el antisanchismo es hoy por hoy una de las emociones más vigorosas de la política hispana.



El PP y Junts tienen, además, un par de gateras por las que escapar de los disparos gubernamentales: una de ellas es su compromiso explícito de apoyar esa mejora de las pensiones si el Gobierno la lleva al Congreso en un real decreto que no incluya ninguna otra medida; la segunda gatera consiste en que, según distintos expertos, el Gobierno podría sacar adelante la subida con la fórmula del decreto ley, que, al contrario que el real decreto, no necesita ser ratificado por el Parlamento. Mientras, la triple entente de los patriotas ha conseguido el objetivo de evidenciar la precariedad parlamentaria de un Ejecutivo más débil hoy que ayer, pero menos que mañana.

Los intelectuales orgánicos de la Moncloa intentan echar todas las culpas sobre el PP, eludiendo mencionar a Junts. Una táctica igualmente destinada al fracaso, pues lo relevante de la votación del miércoles pasado en el Parlamento no era el voto negativo del PP sino el voto vengativo de Los Siete Magníficos de Puigdemont, el voto contrario de los mismos siete que en 2023 hicieron presidente a Pedro Sánchez por un precio que a la postre quizá esté resultando demasiado oneroso incluso para un político tan derrochador como el líder de los socialistas españoles.

Todo el mundo sabe que el Gobierno no puede permitirse el lujo de que los pensionistas dejen de cobrar en febrero el incremento que ya han empezado a disfrutar en enero. Podría hacer tal cosa solo en el caso de que pudiera culpar de ello al PP, a Junts o a quien fuera, pero las gateras antes mencionadas se lo impiden. La culpa sería suya: puede que compartida con otros, pero fundamentalmente suya.

¿Saldrá ‘Perro’ Sánchez vivo de esta nueva celada? Vivo, sí; íntegro, está por ver. Ya tenemos dicho que el presidente es un equilibrista con nervios de acero, puro hielo sobre el abismo mientras, allá abajo, sus ansiosos detractores cruzan apuestas sobre la hora, el minuto y el segundo exactos en que el felón pagará de una maldita vez sus incontables traiciones a la patria estrellándose contra los adoquines.

No sin razón, sus enemigos se desesperan porque la legislatura nacida en el verano de 2023 es una sucesión de malabarismos ejecutados con milagrosa precisión por un artista del alambre al que parece imposible hacerle perder el equilibrio: políticos, periodistas y jueces conservadores llevan meses sacudiendo desde un extremo el cable que pende sobre el vacío, pero el tipo no se cae; Junts día sí y día no y Podemos de cuando en cuando agitan también el alambre desde el otro extremo y el tipo, maldita sea su estampa, que sigue sin caerse.

El lema de Sánchez, de nombre artístico ‘Perro’, no me llames Pedro, llámame ‘Perro’, es el de siempre: El Abismo Puede Esperar. ¿Durante cuánto tiempo? Puede que un año, tal vez algo pero no mucho más: más o menos el tiempo que tarde Puigdemont en tener amarrada su amnistía; será entonces y solo entonces cuando El Patriota de Waterloo dejará de sacudir el cable para, inspirado por la Fe más que por la Razón, hacer lo que desde hace tanto tiempo desea hacer: cortar ese cable de un tajo y contemplar cómo el ‘Perro’ español se estrella contra el duro asfalto.