Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Una modesta proposición sobre Gaza

La propuesta de Trump de desplazar a la fuerza a los dos millones de palestinos residentes en Gaza no parece viable. Sugerimos esta otra

Solución para Gaza: aplicar a los musulmanes gazatíes la estrategia desplegada por los nazis con los judíos europeos, transportados con engaño a los campos de exterminio para convertirlos en humo, en ceniza, en nada; los judíos creían estar viajando al Este, donde serían reinstalados, pero su destino real eran los hornos crematorios, cuya existencia ciertamente no era conocida por la mayoría de los alemanes, aunque sí sospechada por no pocos de ellos y, naturalmente, bien sabida por los jerarcas del régimen y los funcionarios e industriales encargados de ejecutar la Solución Final.

La propuesta de Trump de desplazar a la fuerza a los dos millones de palestinos residentes en Gaza no parece viable: será difícil convencer u obligar a Egipto o Jordania de que acepten a cientos de miles de desarrapados que no tienen donde caerse muertos: quizá no los rechacen por palestinos, pero sí por pobres.



A Trump y a Netanyahu se les plantea en relación con los palestinos el mismo problema que se les planteaba a los ingleses con los malditos irlandeses sojuzgados por Londres que eran incapaces de dar una vida digna a sus hijos, y no porque los hacendados ingleses dueños de las tierras de Irlanda los mantuvieran en una situación de semiesclavitud, sino porque los irlandeses eran todos ellos unos borrachos y unos fanáticos incapaces de comprender el generoso programa civilizatorio impulsado por el Imperio de Su Majestad en la Isla Esmeralda.

La solución definitiva aunque nunca llevada a la práctica la ideó, como es bien conocido, el clérigo y escritor Jonathan Swift, quien la expuso con todo detalle en su opúsculo ‘Una modesta propuesta para evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público’. El plan de Swift consistía, sencillamente, en que los míseros arrendatarios irlandeses, incapaces de alimentar decentemente a sus hijos, los vendieran a los terratenientes ingleses para que estos se los comieran. Se mataban así dos pájaros de un tiro: a corto plazo se acababa con el hambre en Irlanda, puesto que los hijos dejaban de ser una famélica carga para sus padres, y a medio plazo se acababa con aquella raza maldita que era incapaz de entender los beneficios innumerables con que el poder inglés favorecía a Irlanda.

En Gaza no cabe hacer lo mismo, pero sí aplicar la filosofía moral y literaria que subyace en la proposición de Swift, combinándola a su vez con el pragmatismo subyacente en la Solución Final decidida en la Conferencia de Wannsee. El plan para Gaza consistiría básicamente en lo siguiente: facilitar el regreso de los gazatíes a la franja y darles empleo en la magna obra de construcción de un muro que garantizaría su aislamiento del territorio israelí, de modo que en el futuro fuera imposible para el Ejército judío una nueva invasión que arrasara con todo como lo ha hecho la ordenada en 2024 por Netanyahu.

Al mismo tiempo se pondría en marcha un programa de reconstrucción de las ciudades destruidas. El único hecho novedoso propiamente sería que los ciudadanos de Gaza no tendrían teléfonos móviles ni acceso a Internet, aunque sí, por supuesto, cine, televisión y demás aparatos y herramientas de entretenimiento. Pues bien: una vez instalados y aislados del mundo se les cortarían sigilosamente todas las líneas de suministro y abastecimiento, de modo que dejarían de recibir alimentos, bienes y servicios por tierra, mar y aire. Resultado: en pocos meses todos estarían muertos.

El mundo no se escandalizaría porque no sabría qué estaba ocurriendo allí. Y si por un fallo se vigilancia se filtraba alguna información sobre la realidad de Gaza, bastaría con desplegar una batería de hechos alternativos que fácilmente desmentirían la filtración. Recuérdese que también en los años cuarenta llegaron a Inglaterra y Estados Unidos filtraciones muy verosímiles sobre la realidad de los campos de exterminio, pero nadie las creyó.

El relato oficial diría que los gazatíes habían elegido libremente un gobierno integrista y autárquico cuya primera medida había sido prohibir todo contacto, comunicación y comercio con el exterior. El plan necesitaría, claro, la participación y colaboración tácita de las grandes plataformas digitales de información, entretenimiento y propaganda, todas ellas norteamericanas, pues no en vano sus CEO habrían participado en el Wannsee gazatí, no menos secreto que el Wannsee nazi. Nadie tendría acceso a Gaza, como nadie lo tuvo a Dachau, Birkeau o Buchenbald. En pocos meses, todos muertos, tras lo cual sería perfectamente viable, ahora sí, el despliegue de arquitectos, ingenieros y emprendedores que harían de Gaza la Riviera de Oriente prometida por Donald Trump.