2025 no ha empezado del todo bien para Juan Manuel Moreno. Que no pinte bien no significa, sin embargo, que el presidente deba preocuparse mucho: puede que en los meses que se avecinan vaya perdiendo algún que otro punto de simpatía y apoyo populares, pero es poco probable que los andaluces cambien de opinión y decidan suspenderlo. No mientras no les dé motivos. Y por ahora no se los está dando.
El último Barómetro del Centro de Estudios Andaluces, de diciembre de 2024, otorga al presidente una puntuación media de 5,58 puntos, un aprobado alto que se explica en gran medida por el muy poco rechazo que suscita su figura entre los votantes de otros partidos distintos del PP. Su prestigio intacto, sostenido tanto por el conservadurismo tranquilo aunque inequívoco que practica como por el contraste de su figura templada con la de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, ese prestigio, decimos, ayuda a explicar los buenos resultados demoscópicos de su partido: el PP conseguiría hoy entre 57 y 59 diputados (obtuvo 58 en 2022), una mayoría absoluta que, llegado el momento, María Jesús Montero se promete rebajar significativamente, pues si no lo hace…, ¡ay si no lo hace!
Los estrategas socialistas vienen intentando que la Andalucía de izquierdas tenga una mala opinión de Moreno, pero por ahora sin mucho éxito. ¿Por qué ese fracaso? Porque el presidente disfruta, ¡seis años después de llegar a San Telmo!, de un cierto estado de gracia que lo blinda contra los pecados cometidos por sus compañeros de partido o de Gobierno, algunos de ellos investigados por la justicia, aunque, por supuesto, no con la inquebrantable entrega y determinación con que Mercedes Alaya investigó por tierra, mar y aire los pecados del socialismo andaluz, a la postre absuelto por el Tribunal Constitucional pero cuando el daño personal y político infligido a los procesados era ya prácticamente irreparable.
En el camino de la derecha española todavía no se ha cruzado una Mercedes Alaya: ni tampoco, por cierto, un Juan Carlos Peinado o un Ángel Hurtado. Ni es probable que s le crucen. Mejor no solo para el PP, sino incluso para la propia justicia: el formato de instrucción indisimuladamente inquisitorial practicado por Alaya (caso ERE), Peinado (caso Begoña Gómez) y Hurtado (caso Fiscal General) no es precisamente la manera más justa de hacer justicia, aunque sí de las más útiles de hacer política.
Los contratos sanitarios bajo sospecha por haber sido –tan oportuna como sospechosamente– troceados en contra de la ley; los 550.000 euros con que la Junta subvencionó el etéreo proyecto ‘Senderos del Rocío’ del cantante y vocero ultra José Manuel Soto; los sobresueldos cobrados por dirigentes del PP de Sevilla hoy con mando en plaza en el Ayuntamiento de la capital; o, en fin, los malos datos de la dependencia o de la sanidad pública, cuyos estándares de calidad anteriores a la Gran Crisis de 2008 no han sido ni de lejos recuperados –aunque sí cansina, reiteradamente prometidos– por los gobiernos conservadores. Con esos contratos sanitarios sobre su mesa, cuya ilegalidad certificó la Intervención de la Junta, una Mercedes Alaya anti PP ya habría imputado a medio Gobierno andaluz. Hasta con la justicia tiene suerte Moreno.
A preservar inmaculada la blanca túnica que viste Moreno contribuye sin duda el sistema mediático andaluz: tan feroz antaño como mansurrón hogaño. Pero tal explicación es insuficiente. La clave de Moreno es que todavía no ha roto ningún plato: estuvo a punto de romperlo con el lío de la ampliación de regadíos en Doñana, pero rectificó a tiempo; y no solo rectificó: es que casi casi consiguió que pareciera que no había rectificado. Chapó, presidente.
¿Logrará María Jesús Montero quebrar esa dinámica virtuosa sobre la que cabalga airosamente el jinete Moreno? ¿Logrará la vicepresidenta y ministra de Hacienda pinchar la burbuja en la que tan plácidamente levita el presidente desde que en junio de 2022 lograra esos 58 diputados que apenas dos, tres, cuatro años antes nadie en su partido ni fuera de él hubiera creído no ya probables sino ni siquiera posibles?
Es pronto para aventurar cuál puede ser en desenlace de las dos causas judiciales que hoy tiene abiertas el Gobierno andaluz: la de los contratos sanitarios bajo sospecha y la del medio millón de euros graciosamente otorgado al cantante hiperventilado José Manuel Soto. Pero que no sueñe María Jesús Montero con que la justicia vaya a hacerle el trabajo de oposición, como sí se lo hizo en su día, y con no poco éxito, a Moreno.