Hace tiempo que coincido con Oscar Wilde y Julio Verne en que la realidad supera a la ficción, todos los días nos sorprenden los medios de comunicación y la política, asombrándonos con las ocurrencias, maldades y comportamientos inauditos de otros seres humanos. También coincido con el poeta Paul Éluard en que “hay otros mundos, pero están en éste”, así como con Julio Cortázar en que podría darse La vuelta al día en ochenta mundos.
Cada día es mayor el extrañamiento ante la realidad y la necesidad de reaccionar con palabras para intentar ordenar los pensamientos y comprender la vida. No es el mío un extrañamiento filosófico, sino filológico. Simplemente intento mediante la palabra, como tantos otros, bien explicar la realidad desde una nueva perspectiva diferente a la habitual, bien instar a la reflexión sobre ciertas cuestiones mediante la exageración, la ironía o el absurdo.
¿A qué viene este exordio? El otro día, una persona cuestionó alguno de mis escritos. Me preguntaba por qué me quejaba tanto, por qué me quejaba de todo y para qué me quejaba. Afirmaba que mi queja se estaba convirtiendo en una costumbre. Vaya, fue escuchar “queja” y “costumbre” en un mismo enunciado y me sentí como El Pobrecito Hablador, aquel personaje ficticio que criticaba la sociedad de la época en sus diferentes aspectos. No me considero a la altura de Larra, ni mucho menos, simplemente escribo para intentar expresar lo que uno escucha, observa, lee y vive cada vez con más extrañeza, pero sobre todo escribo para dar voz a muchas personas que escuchan, leen, observan, viven con extrañeza y me cuentan lo que saben. Sus palabras se van plasmando por escrito para que no se las lleve el viento.
Sinceramente, confieso que no soy yo quien escribe artículos. Los artículos van escribiendo solos, pues la verdad trasmina, se expresa a borbotones, sólo hay que ir encauzándola. Se escriben solos porque les da la gana y porque no pueden contener la profunda espiral de indignación de la que surgen. Se escriben solos porque quieren convertir en grito el rumor de los desarraigados. Se escriben solos porque pretenden reclamar el valor de la palabra frente a la incoherencia de este mundo caótico de imágenes. Se escriben solos simple y llanamente porque, de repente, algún suceso extraordinario ocurre y llama poderosamente la atención, causa un puro y duro extrañamiento.
Tal es el caso de una original publicidad de una editorial educativa para recomendar sus productos. Se observa una pregunta inquietante: ¿Y esto…cómo se come?, y debajo una imagen de una especie de fuente de ramen o fideos chinos, apoyada sobre ocho coloridas patas en cada una de las cuales se leen los siguientes inquietantes arcanos de la LOMLOE: situaciones de aprendizaje, evaluación competencial, ODS, descriptores operativos, inclusión, pautas DUA, saberes básicos y perfil de salida. Se trata de una guía para conocer y afrontar la nueva ley, cuyo desarrollo se sigue prolongando en el tiempo. Estamos ya en abril y ni aguas mil ni aclaraciones sobre evaluación, ahí nos tienen a los sufridos docentes dando palos de ciego en el Cuaderno de Séneca. No sabemos si por mayo será por mayo cuando vengan las socorridas instrucciones (de Consejería o de inspección) o si no será hasta el cuarenta de mayo, después de las elecciones, y ya con el agua hasta el cuello ante las sesiones de evaluación final, cuando se decidan a facilitarnos la existencia. Y después, las oposiciones… Funcionarito que vienes al mundo, bien te guarde Dios, una de las dos Administraciones (española o andaluza) ha de helarte el corazón. ¡Ay, Machado!