Aurea mediocritas

Nacho García

Pruebas de di-agnóstico

Este artículo pretende expresar mi desafección (cercana al negacionismo) hacia el actual sistema educativo

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece”, así empieza 1984, la novela de Orwell. En concreto un 4 de abril de ese distópico año, su protagonista, Winston Smith, censor del Ministerio de la Verdad, comenzaba a escribir un diario en el que expresaba su frustración, boicoteando al Partido, renunciando a su obediencia a Gran Hermano y arriesgándose a recibir un enorme castigo. Al final, fue traicionado y sometido a una terrible tortura que no sólo pretendía humillarlo sino destruir su facultad de razonar, transformándolo en un títere que sucumbe llegando a admitir que dos más dos son cinco. Siempre ha habido gente que se ha opuesto al Establishment a través de la palabra y de la acción, convirtiéndose en cabeza de turco.

Setenta y cinco años más tarde, este artículo pretende expresar mi desafección (cercana al negacionismo) hacia el actual sistema educativo y mi defección del instaurado establishment pseudopedagógico. Además, en concreto, quiero mostrar mi indignación más profunda y mi firme rechazo a la realización de las Pruebas de Evaluación de Diagnóstico durante los próximos días 7, 8 y 9 de mayo.  Estas pruebas, más bien simulacros de evaluación, tienen, por lo visto, un carácter informativo, formativo, orientador y censal. Se perpetrarán con dolo contra más de 200.000 alumnos de Primaria y Secundaria de Andalucía para comprobar su dominio de las competencias en comunicación lingüística (Lengua Castellana y Primera Lengua extranjera) y Matemáticas.



Casi nadie cuestiona ya ni se rebela contra este sinsentido con el que la comunidad educativa lleva lidiando desde 2006, si acaso algún sindicato que pone en tela de juicio su realización mostrando un tibio rechazo y algún otro que incita directamente al boicot, ambos con argumentos razonables: suponen un gasto inútil; más que evaluar, devalúan; sirven para establecer rankings segregadores porque están descontextualizadas y contribuyen subrepticiamente a la privatización; tratan de justificar la necesidad de la  implantación de la nueva ley, aprobada sin consenso; los datos estarán sesgados por irregularidades en el proceso (tanto en la aplicación como la corrección) y tamizados por el aumento del tamaño de n; cuestionarán la labor del profesorado y supondrán una carga burocrática para una parte de ese profesorado (“como es natural”, sólo los departamentos pringados), con la consiguiente discriminación y agravio comparativo, etc.

Han pasado diez años desde la aplicación fracasada de las anteriores y siete desde la aplicación parcial (a una muestra significativa) de las inquietantes Evaluaciones Finales de Primaria y Secundaria (2016-17). Se han seguido aplicando anualmente las fantasmagóricas pruebas ESCALA en Primaria, de 2011 a 2019, cuando afortunadamente desapareció del AGAEVE, ese engendro de la administración paralela andaluza y símbolo del despilfarro. Y todo bajo el paraguas de las pruebas PISA, esa entelequia de la OCDE cuyos devastadores informes trienales muestran la vacuidad de las sucesivas reformas educativas en España. Producto del desastre se han efectuado cambios superficiales y arbitrarios tanto en áreas de competencia implicadas (siempre Lenguas o Lectura y Matemáticas, a veces Sociales y Ciudadanía, otras Conocimiento e interacción con el medio físico y natural o Ciencias) como en cursos afectados (primer ciclo de Primaria, luego 3º o 5º, ahora 4º de Primaria; 3º de ESO, luego 4º y ahora  2º de ESO), todo ello en lugar de realizar una reflexión de calado y acometer un profundo cambio estructural consensuado.

Pues no, más pruebecitas random para bonitos macroinformes multicolores. De repente, se vuelven a publicar unas Instrucciones ex profeso y hala, a aplicarlas a prisa y corriendo, o sea, a tropezar en la misma piedra. ¿Y todo para qué? Fácil, para satisfacer a Europa y maquear los resultados académicos para que cuadren con los gastos, ocultando las vergüenzas y escondiendo la mierda debajo de las alfombras. Las pruebas serán otro paripé que servirá para disimular que se hace algo para evaluar competencias, pero sobre todo para medir la productividad acorde con lo invertido, hace tiempo a fondo perdido. Seguro que los resultados serán justo los esperados y casualmente los idóneos para implantar nuevos planes ad hoc o implementar medidas sin parangón, incluso para acometer otra reforma educativa, es decir, los resultados “estadipulados” servirán para engañar y autoengañarse o como “arma arrojadiza” en disputas ideológicas. Como enseña el sabio refranero “para este viaje no hacen falta tantas alforjas”.

P.D. La Educación no tiene la culpa de la deuda.