Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

Cambiemos algo

La Ley Moyano fue puesta en vigor en 1857. Por aquella ley se constituía la enseñanza en universal, obligatoria (grado elemental) y gratuita. Este cambio...

 Cambiemos algo

Foto: EXTRA JAÉN

Vía del tren.

La Ley Moyano fue puesta en vigor en 1857. Por aquella ley se constituía la enseñanza en universal, obligatoria (grado elemental) y gratuita. Este cambio en la enseñanza, por aquel entonces en manos de la iglesia o de los colegios (empleo bien la palabra) para ricos y pudientes, podría haber supuesto un revulsivo social y cultural para una España en que más del 80% se declaraba analfabeta, y en la que una burguesía conservadora presionaba social y políticamente para que su ideología defensiva mantuviera la idea de que la desigualdad es constitutiva del funcionamiento de la sociedad. Transcurridos más de 150 años desde aquella fecha, cabria suponer que aquel “rabo de toro sin desollar” habría perdido ese despectivo calificativo que la distinguía de Europa. Desgraciadamente el concepto de Félix de Azua: país domesticado que no civilizado sigue vigente. Sale todo esto a relucir cuando tras el prolijo esfuerzo en conseguir un billete en el tren hacia Madrid con 15 días de antelación a la fecha de viaje, descubres que quedan apenas muy pocas plazas y en posición incómoda (contrarias a la marcha). Las facilidades y beneficios concedidos por el Gobierno para paliar la crisis de subida de precios de energía y otras derivadas, incluye los bonos gratuitos para viajar en ferrocarril. Para el mantenimiento de esta dádiva es necesario hacer uso de la misma de forma periódica, cuestión lógica, puesto que de lo contrario se está imputando un gasto a la bolsa común ,¿o creen que Renfe no cobra los asientos reservados y no utilizados? Esto es una estafa en toda regla en la que hay tres partes: el Estado (pagano), Renfe (beneficiario) y estafador. Este último cree que la manoletina (pase taurino de espaldas con la muleta por el que se engaña al toro) no tiene riesgo ni coste alguno. Se ha pretendido igualar al pícaro con esta tipología antisocial, para intentar darle un barniz dulcificado al amparo literario cuando este personaje queda encuadrado como individuo “de baja condición, de mal vivir”, amén de que sus fechorías iban dirigidas a aquellos que ostentaban en el siglo de oro una bolsa bien llena. En el caso que nos ocupa, el toro acaba cogiendo al que trata de engañarlo. El gasto que el Tesoro Público devenga en estas artimañas, viene a mermar el destinado para otros servicios tan esenciales como la sanidad pública, la asistencia social y la enseñanza, ambas últimas de igual carácter público. Renfe calla, como el pasaje de Lázaro y las uvas y en mientras este columnista que va en dirección contraria a la marcha piensa y escribe, pero sin acritud: - Cuchi, quien hace lo que no debe tiene que escuchar lo que no quiere. ¡Ea!