Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

Cruzando el Bósforo

El terremoto de Turquía ha dejado una estela de más de cuarenta mil muertos. Una catástrofe natural inevitable en cuanto a su origen, pero no a sus...

 Cruzando el Bósforo

Foto: EXTRA JAÉN

Estrecho del Bósforo.

El terremoto de Turquía ha dejado una estela de más de cuarenta mil muertos. Una catástrofe natural inevitable en cuanto a su origen, pero no a sus consecuencias. El derrumbe de los edificios de las zonas afectadas tiene una relación directa con la codicia y la permisibilidad, cuando no la corruptela connivente. Una zona cuyas edificaciones estaban sujetos a modelos con estructuras seguras ante los seísmos, se han derrumbado como naipes. Las imágenes de los medios informativos ponían de relieve, además, la pobre calidad de los materiales utilizados. Me viene a la memoria la catástrofe de Los Ángeles de San Rafael, ocurrida en 1969. Una edificación realizada por Jesús Gil, se derrumbó causando 58 muertos. Las causas técnicas se pueden buscar en las redes, las otras no creo que sea necesario, puesto que perviven intemporalmente acompañando a la calaña de los que el dinero está por encima de cuestiones morales o éticas. Jesús Gil fue condenado a cinco años de cárcel de los que resultó indultado por el dictador Franco. Conozco Turquía desde que hace diez años la visitaba con asiduidad, por tener un familiar allegado trabajando en Estambul, en donde fui acogido por el colectivo de judíos sefardíes. Si, aquellos españoles que expulsamos en el siglo XIV y XV, me atendían como uno más de ellos, los Karmona y los León, y cuya colonia pasa por ser la arteria principal de comercio estambulí. La Turquía actual se formó de la mano de Mustafá Kemal Ataturk, mariscal de campo que llegó a Presidente de la República Turca. Ataturk modernizó la nación, desterrando la sariá, adoptando legislaciones europeas. Recuerdo la esperanza que la población turca albergaba por entonces por entrar en la C.E.E. Hasta las matrículas de los vehículos exhibían el mismo formato de Europa a falta de las estrellas. Pese a ello me recordaba la España de los años 60 del pasado siglo. Camareros por las calles llevando café o té a las oficinas. Tiendas y bares con cajera a la salida, mucha vida en las calles. Un estado desigual tanto en lo económico como en lo social. Una Turquía interior de la Anatolia, rural y pobre y otra periférica que progresa y se moderniza económica y socialmente. Esa configuración conduce a resultados políticos parecidos a lo visto con la elección de Trump en los EE.UU. Añoraban por entonces un gobierno parecido al de Zapatero, pero no llegó. Las posibilidades de democracia se han ido difuminando y la autocracia con pérdida de los valores laicos de Ataturk, frente a un islamismo nebuloso, se impone. Estas estructuras de gobierno populista oriental se sostienen con las mismas columnas que los viejos estados europeos. Prefiero terminar evocando la caída de la tarde a la entrada del puente Gálata, cuando el azafrán tiñe al Bósforo:

El alba revoloteará

con una brisa de canela



entre los geranios rojos y verdes

de la mezquita Azul.

Y la luz

volverá a Estambul.

¡In sha Allah!