Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

La nueva Eneida

Seguro que han oído hablar de Homero o han leído alguna de sus dos obras clásicas: La Iliada y la Odisea. En ambas, la sociedad griega buscó sus orígenes...

Seguro que han oído hablar de Homero o han leído alguna de sus dos obras clásicas: La Iliada y la Odisea. En ambas, la sociedad griega buscó sus orígenes. Sus héroes y sus dioses, formaban parte de la tradición oral legendaria que luego es pasada a la escritura. Roma no tuvo esa suerte, pero Augusto le encargo al gran Virgilio la escritura de La Eneida. En ella se inventaba un gran pasado ficticio que colocaba a Roma a la altura de los griegos y de su legado, emparentando a sus primeros reyes con los dioses de la Grecia homérica. De esa forma los primeros régulos legitimaban un poder que venía otorgado por las divinidades. Los americanos, me refiero a los del norte, no han podido articular nada sobre su pasado, del que apenas han trascurrido cuatrocientos años. A cambio nos han mostrado un presente reinventado por los nuevos virgilios. La novela y principalmente el cine se han encargado de transmitirnos una imagen de verdades a medias. Es cierto que la revolución francesa de 1789 ve la luz dos años después que la de Estados Unidos 1787, pero también es cierto que en esta última están presentes valores de la vieja Europa asentados en el nuevo continente. América fue el horizonte lejano y buscado al que emigró el turco Elia Kazan elaborando una película como “América,América” en la que nos muestra su personal viaje, como Odiseo. Las modernas versiones del denominado “american way life”, nos mostraron un estilo de vida azucaradamente deseado en los social, económico y hogareño. A veces existen cosas que mandamos a ultramar y vuelven mejoradas, como nuestros palos flamencos. Otras cosas no solo no mejoraron, sino que empeoraron. Entre ellas la democracia, y el estado del bienestar, al menos como se formula en Europa. Si miran las estadísticas de personas mayores de 65 años, la diferencia en los unidos estados de Norteamérica y Europa, es abismal. Poca gente llega a los setenta y menos aun a los ochenta. Un modelo social muy dolarizado, para aquellos que su fortuna se lo permite. Los demás: desafortunados. Un escalón cuyo tamaño aumentó a partir de los años setenta. La sociedad americana se ha radicalizado escorándose hacia la extrema derecha expandiendo teorías como el terraplanismo o el creacionismo, para finalmente, asaltar el Capitolio poniendo la guinda a este pastel que intentan exportar al viejo continente. Todo es justificable en estos modelos y así podríamos terminar con un final americano al estilo Billy Wilder en el film, “Con faldas y a lo loco”: Nadie es perfecto. Lo de Virgilio sigue dando resultado.