Un verano largo. Larguísimo. Superlativo aplicado, no por la duración temporal marcada por las estaciones; ni siquiera por la extensión climatológica, consecuencia de la mano antrópica damnificadora de la naturaleza, que nos devuelve la agresión con el cambio climático. Más bien considero que esa elongación proviene de la torridez. Un período que comienza con la carrera electoral lacerando machaconamente hasta la extenuación, bajo el axioma de confundir la parte por el todo. Unas elecciones en el mes de mayo en las que se sometía a juicio del electorado entornos muy concretos, tales como los gobiernos locales y autonómicos, que fueron espuriamente manipuladas por la derecha, su aparato político y sobre todo mediático. Con Zapatero, el electorado se dejo engañar. En aquella ocasión la crisis económica creada por la política de la derecha neoliberal, de la que el PP forma parte por sus ramificaciones internacionales y su doctrina de eliminar todos los controles a las operaciones financieras (las hipotecas subprime, la quiebra de Lehmans Brothers ¿se acuerdan?) fueron los causantes reales de la crisis mundial que terminó alcanzando a España. Se trataba de mentir y cargarle el muerto a otro. En este caso a Zapatero, que no tuvo mas remedio que pasar por las horcas caudinas que los Populares Europeos con mayoría en la gobernanza de la CEE impusieron. Si Zapatero hubiera disuelto la legislatura y convocado elecciones anticipadas, explicando quienes eran los culpables reales, Rajoy no hubiera sido presidente del gobierno español. Con las elecciones de mayo ocurrió lo mismo. Los presidentes de las Autonomías, las Diputaciones y hasta los alcaldes eran agentes del “sanchismo”, pérfidos separatistas filocatalanes y rompedores de la España más cañí. Un humo que ocultaba el pacto de la derecha extrema con la extrema derecha, recortando derechos consolidados, eliminando impuestos patrimoniales y bajando otros a las grandes fortunas. Las consecuencias en las prestaciones sociales: sanidad, educación, ayudas familiares, etc. no se ha hecho esperar, con una drástica reducción en estos capítulos allí en donde los pactos de las dos derechas han prosperado. De Gaulle, en sus horas más bajas, acosado por el mayo francés del 68 optó por disolver la quinta República francesa y convocar elecciones. Las volvió a ganar. Intuyo que Sánchez es de los que lee, por eso el 23J ha servido para desenmascarar la vuelta a una España más desigual, menos social y menos europea. Ahora son cuatro votos de diferencia. Cuando el bisturí de la derecha siga amputando en el cuerpo social, democrático y económico de autonomías y ayuntamientos, veremos. Hay una anécdota por la que la reina María Antonieta viendo la situación precaria y hambruna del pueblo francés tuvo la ocurrencia de decir: Si no tienen para pan que coman croissant. Cuidado con reírse de la miseria.