Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

Volviendo a Ítaca

Mes de sazón en el que hay un día, una hora, un minuto, un segundo en que no es ayer ni tampoco mañana

Dia 30. Termina septiembre. Mes en el que un número impar y divisible solo por sí mismo marca el momento de la primera inspiración que llenó mis pulmones de aire y a su vez, cruelmente succionó el último aliento de mi apéndice más fraternal dejándome una minusvalía vital insustituible. Vida y muerte se conjuran en el mismo día para recordar tal como lo hacía Séneca. Nada más nacer, empezamos a morir.

Mes de sazón en el que hay un día, una hora, un minuto, un segundo en que no es ayer ni tampoco mañana, ni año anterior ni el nuevo, ese es el preciso instante en el que indoloramente y de forma sosegada se te abre un nuevo libro con las hojas en blanco esperando que el destino o tú completes una a una las hojas que te esperan para rellenarlas. Mes de cumple años, pero octubre es mas completo. Hay un día par, pero también divisible solo por sí mismo en el que cumplo vidas.  Un día en el que inicié un viaje de navegación, hace cuatro años, hacia el trópico de Cáncer en la nave Kimios y como Odiseo, mortal, conseguí volver a mi Ítaca natal. Un a singladura en la que bogas con una buena marinería, que te ayuda en los momentos en los que la mar se abronca a recoger velas y mantener el timón firme para salir de la tempestad.  o que te acompaña compartiendo la alegría de la mar azul cuando rola a sotavento, desplegando la blancura de velamen. Una tripulación que te acompaña una vez desembarcado en tierra, para siempre. He aprendido a huir de las invocaciones; de las laicas y de las otras, sin conjuros a plazos largos. Por eso yo voy a brindar 365 veces. Una al final de cada jornada por el día siguiente, por la singladura que viene, que es la distancia que recorre mi barco cada 24 horas.



Escucho finalmente la voz, que era la antigua forma de acceder a la poesía, a Constantino Kavafis, que nos hace ir y volver indefinidamente a nuestras Ítaca.

“Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

 

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.”