Detrás de la columna

Juan Manuel Arévalo Badía

Vulcainismo

El volcán palmero parece retraerse en su actividad infernal dejando de azotar la piel de la isla y a sus habitantes. Lava, cenizas, piroclastos y...

El volcán palmero parece retraerse en su actividad infernal dejando de azotar la piel de la isla y a sus habitantes. Lava, cenizas, piroclastos y gases tóxicos eran escupidos por las bocas abiertas en la elevación de Cumbre Vieja, provocando destrucción y desolación. La península ibérica está afectada por la denominada “placa africana” por la que, según la geofísica, Europa penetra en África. Lo cierto es que el telurismo nos afecta más allá de la tectónica y deforma no solo la corteza terrestre ibérica. El “volcainismo” es abundante y frente al agotamiento vulcanológico en La Palma, este otro tipo permanece. Tremor, temblor y desolación ante esa erupción permanente de violencia y maltrato hacia la mujer extendida vicariamente a sus descendientes. Una lava que casi de forma permanente arrasa a una sociedad que permanece en parte impasible y la ve discurrir a veces como un espectáculo lejano, pensando que nunca se abrirá la tierra bajo ellos, o aquellas facciones de la ultra derecha que pretenden volver a la época del debito conyugal; una erupción con pocos visos de apagarse. Tremor y temblor de esa otra boca del monte de la democracia, cuya sismicidad últimamente parece anunciar que hacia el corazón de sus profundidades comienzan a producirse movimientos como consecuencia de aquellos choques internos hacia las paredes de salida. Una lava que corroe los conductos de tolerancia, y libertad. Piroclastos y cenizas de las bocas del volcán parlamentario, bombas volcainizadas que ruedan por las laderas de los escaños, con su masa candente dispuesta a horadar la reputación personal del adversario y no sus argumentarios y razones. Es lo que hoy se denomina “difamación ritual”, envuelta de emanaciones pestilentes. Temor por los que se alimentan y provocan un tremor permanente, como canal de réditos políticos, rebelados ante una España que no puede ser nunca una, sometida, y domesticada porque para ser grande y libre es necesario entender la pluralidad y la riqueza de las culturas, idiomas y sentimientos de los territorios que la componen así como practicar un diálogo y entendimiento diario, catalizador de la convivencia. Y alrededor del cráter central, se van abriendo bocas de fondos oscuros y negros como las togas, que expelen cenizas y gases tóxicos, enmarañando los cielos y oscureciendo conceptos y principios de lo justo. Ya lo decía al principio, estamos en un país con una telúrica de alcance más allá de lo geofísico. Y asimismo cada vez nos vamos metiendo más en África.