El arpa de Dorotea

Juan Manuel Vallecillo

Cortometraje: Dulces sueños

Aunque parezca que no, sí se puede mejorar el mundo a través de un ligero cambio de visión. Con solo una pizca de comprensión y respeto, se notaría una...

 Cortometraje: Dulces sueños

Foto: Carlos Peris.

Fotograma del cortometraje.


Aunque parezca que no, sí se puede mejorar el mundo a través de un ligero cambio de visión. Con solo una pizca de comprensión y respeto, se notaría una evolución en nuestro entorno. Ni siquiera creo que haya que hacer nada más allá del “vive y deja vivir” que expresó por primera vez el poeta Friedrich Von Shiller. Sin embargo, no dejamos vivir cuando, amparados en un grupo, criticamos a alguien y lo dañamos. Un acto de cobardía que ahora, en este mundo globalizado, como se puede agravar aún más, hay algo que tenemos que tener claro: cualquiera que, directa o indirectamente, use una red social para dejar mal a otra persona, no tiene buen corazón.

Nos horrorizan los casos de bullying que salen en televisión sin pensar que pueden ser fruto de nuestras propias acciones. Críticas a base de mentiras y medias verdades cuyo único objetivo es manchar la reputación. Juicios públicos que no somos capaces de erradicar en los que el acusado no puede defenderse. Tan rápidos y directos que, cuando quieres reaccionar, es tarde para arreglar nada porque lo malo es que la gente ya está hablando.
“Lo malo es que la gente ya está hablando” es la frase que se me clavó al escucharla pronunciada por el personaje que encarna el actor Guerrero Santisteban en el cortometraje “Dulces sueños” dirigido por Luisa Medina y estrenado el pasado 21 de septiembre. Una sentencia de nueve palabras que anula cualquier posible solución a un problema y que se expresa dentro de un magnífico diálogo en el marco de una escena que me impactó porque, mientras hablan, los vecinos se santiguan al pasar por la puerta donde vive una inocente niña. La banda sonora de esta parte son las murmuraciones venenosas que, pese a que parezcan típicas de un pueblo cerrado, pertenecen a todos los ámbitos y se sufren a diario. Este, sin duda, es uno de los logros que consigue Luisa Medina con el ambiente que ha creado. De alguna manera, hace que el espectador se traslade a ese medio rústico de los años setenta, se identifique y, luego, reflexione sobre su propio hábitat.



“Dulces sueños” trata sobre el poder o, tal vez, la maldición de una niña de diez años llamada Luisi que, cuando sueña con alguien, al día siguiente muere. Esta alarmante situación provoca una ruptura en la tranquila rutina de la población y la inquietud entre los habitantes que marginan a la familia bajo la premisa de que las coincidencias no existen. A Luisi le da vida Martina Gutiérrez que, sin perder un ápice de dulzura e inocencia y a pesar de su corta edad, logra atraparnos a través de una personalidad enigmática que mantiene el suspense. Un cortometraje de corte costumbrista y, en cambio, desconcertante, en el que también destacan las actuaciones de un resignado Carlos Peris como padre de la niña, Carolina Cañada que representa con maestría esa malicia serena de la supuesta amiga, Lola Vico que está perfecta en su papel de santera de pueblo o Juani González, la preocupada madre que, superada por el disgusto, desprotege a su hija sin darse cuenta.

Desde mi particular criterio y sin pretender desvelar nada, esta historia termina bien. Sí, se hace justicia por un lado contra las personas que juegan con el alma y, por otro, contra las que anteponen su propio malestar al amor.

“Dulces sueños” es una obra inteligente y atrevida que muestra la falta de comprensión ante lo diferente y lo extraordinario. Cine de Jaén hecho por gente de Jaén. Un cortometraje que altera nuestra percepción y, a la postre, nos enseña que, aunque parezca que no, sí se puede mejorar el mundo a través de un ligero cambio de visión.