Cansa, cansa mucho tener que hablar siempre de la misma gente y sus malas artes, de preguntarse una y mil veces cómo es posible que gran parte de la población se crea sus mentiras y difamaciones apoyadas en recortes de prensa falaces y bulos constantes. Cansa, cansa mucho ver que los parlamentos y el Congreso están repletos de personas que, con tal de estar cuatro años cobrando un buen sueldo a cambio de no hacer nada, siguen al líder de turno, o lideresa, y replican sus eslóganes vacíos porque así son las órdenes. Circos en los que ni se habla ni se espera que se hable de los problemas reales de la gente. Retórica vacía de contenido más allá de desgastar al rival por sus ideales, no por las leyes que se aprueban o no.
Aburre, aburre mucho ver el panorama de credibilidad, la cantera que tenemos en la clase política y escuchar cómo en la calle los votantes repiten estas mentiras y se creen en la posesión de la verdad porque se lo han escuchado decir a los suyos. Vagos, que somos unos vagos. ¿Tanto nos cuesta indagar un poco para ver si es cierto o no lo que vomitan? Ea, pues así con todo. Quejarnos nos quejamos de más, que para eso estamos en democracia y tenemos esa prostituida libertad de la que nos hablan. Que nuestros lamentos tengan alguna base real es harina de otro costal. Que el campo sale a la calle a criticar (manipulados) ciertas medidas, pues compramos productos de otros países. Que el centro de Jaén se desangra sin una tirita que corte la hemorragia, pues nos vamos al, posiblemente, centro comercial más feo de la historia, ahí, junto a la UJA. Que la hostelería sigue con sus contratos de mierda, pues amén. Que la sanidad pública se muere y nosotras ni mu, que se quejen los enfermos, que yo disfruto de buena salud. Por cierto, sobre esto último, me resulta inquietante y alarmante haber visto a la delegada de Salud de Jaén en la inauguración de un centro privado en la capital. Será por aquello de la «colaboración público-privada». No sé, igual se sorteaba algún ático, vete tú a saber.
Podemos aceptar que haya gente que ni de coña se esmera un pelín en saber si lo que dice, escucha o traga tiene algo de verdad, porque al final de lo que carecemos es precisamente eso, de pensamiento. He aquí la gran lacra de la humanidad desde que el mundo es mundo: la necesidad de conocimiento. Este que escribe, que de saber, saber, sabe poco o nada de lo que sea (Forrest Gumpo decía que él no sabía mucho de casi nada), sí que es buen observador y «escuchador», más que nada porque cuando no sé de lo que se habla, guardo silencio y abro las orejas y los ojos, que para eso están. Dejo que entre la información, leo de aquí y de allá, hago mis propios análisis y listo. Si creo que tengo algo que decir con cierto sentido lo digo, y si no, pues a seguir escuchando y leyendo. Hago mis conjeturas en busca del porqué de algunas cosas que me preocupan porque quiero saber los motivos reales de la mayoría de decisiones que afectan a mi vida. Y, sí, a las tuyas también, espabilao, que eres un espabilao. Y cuando esto no ocurre, brotan esperpentos como ese tal Alvise Pérez, un nuevo mesías. Qué penica de país, qué penica más grande. Nuestros padres y abuelos, los que tenían una imagen social de la vida y lucharon a su manera por nuestro futuro (los otros, los de bien, no, que no vamos a meterlos a todos en el mismo saco), tienen que estar revolviéndose en sus tumbas y diciendo: «si lo llegamos a saber, iba a luchar vuestra p...».
A lo que vamos, que se me va el santo al Jaén Plaza. Resulta que cada vez que se les aprieta un poco sale lo que son en realidad. Tras firmar la renovación del CGPJ, la derecha (léase también ultra, tanto monta) ha puesto el foco en RTVE y una de sus periodistas más conocidas, Silvia Intxaurrondo. Esta mujer, que se maneja a la perfección ante ataques e improperios de los ultras, hace el trabajo que todos esperamos de un periodista, que no es otro que darle al que se lo merezca. Pero claro, hasta ahí podíamos llegar. Esto no pasaba cuando Urdaci controlaba la redacción de la cadena pública o cuando la Junta fichó a Álvaro Zancajo, rescatado de A3, un ultra que tuvo que largarse con el rabo entre las piernas sin que sus jefes se les cayera la cara de vergüenza. Osea, que ante periodistas que utilizan la verdad la derecha actúa con puño de hierro. Les preocupa mucho la renovación del consejo de RTVE porque es de primero de manipulación informativa elegir bien a quién se pone o se quita a la hora de informar. Ejemplos, todos los que queráis. Desde la desaparecida Onda Jaén, pasando por los miércoles negros de Canal Sur, los viernes en RTVE o TVG, todos los casos ocurren en territorios gobernados por la ultraderecha patria. Casualidades de la vida. Lo único que me queda por pensar es que si la prensa no está para servir a una causa justa y pulcra, es que, quizá, no debería estar.
Lo sabemos y callamos, dejando solos a los medios que se financian por suscripciones privadas e intentan hacer lo posible para no dejar que el crédito de una profesión tan necesaria como desprestigiada por otros se acabe. Cuando se gastan millones de euros en publicidad en prensa es que la cosa no va bien. No es que este gasto no haya que hacerlo, pero la única forma de garantizar que no hay objetivos espurios detrás es la equidad. Porque la vehemencia con la que algunos periodistas defienden a unos y atacan a otros solo responde a ese dinero que reciben. Resumiendo: a más dinero público para mi periódico, menos credibilidad y más daño a la profesión y a la verdad.
Manipular la realidad al antojo del que paga, crear bulos, defender políticas que van contra toda lógica social o bajarse los pantalones sin pudor no hace granero, sino búnqueres para unos pocos. La manipulación informativa hace tanto daño como un desahucio, una muerte esperando al especialista, el desprecio hacia los ancianos que no tienen un seguro de salud privado y querer que los que más tienen no paguen más. Habéis logrado hacer creer a la gente que son de una clase social a la que no pertenecen, porque a mayor dinero para la prensa, más rápido huye la verdad y más controlado está el rebaño de corderos domesticados.
El periodismo siempre ha tenido una función social y gran parte de la prensa española decidió que lo primero es el lujo y la pasta, no vaya a ser. No son ajenos a la realidad, la nuestra, a esa desidia para buscar siempre lo correcto, la verdad verdadera, no la inventada o manipulada.
Un país que engorda a medios que mienten a pecho descubierto nunca será un buen estado, por mucho que después os llenéis la boca hablando de libertad y todas esas mierdas de soflamas que tanto han calado. Si alimentamos la mentira terminaremos siendo víctimas de ella. Pero, ¿sabéis qué? Pues que si esto es lo que queremos, que así sea. Yo me callo, vivo mi vida como buenamente pueda y al resto que os den, patriotas, que sois unos patriotas. De todo se cansa uno, incluso de hacer cosas por los demás cuando estos siguen como burros la zanahoria atada al palo. Os veré pasar renegando de lo que antaño queríais, pidiendo explicaciones a los que admirabais cuando más falta hacía vuestra ayuda para otros y les disteis la espalda. Cuando llegue ese día, ni os acerquéis a mí, que bastante dolores de cabeza y esfuerzo he dejado por el camino para abriros los ojos ante tantos y tantos predicadores.
Este será mi último texto hasta después del verano porque, aunque no os lo creáis desgasta mucho intentar poner tu granito de arena para hacer de este mundo un lugar mejor desde esta humilde barra de bar mientras compruebas que no mejoramos ni como vecinos ni como especie. No nos merecemos nada bueno, eso lo tengo claro. Somos lo peor que pisa este planeta. No tengo esperanza alguna en mi especie ni creo que tengamos apaño. Así que, cierro mi ventanilla de reclamaciones de forma indefinida y a partir de ahora escribiré sobre otras cosas, pero nunca más os volveré a dirigir la palabra, por muchas veces que tenga que morderme la lengua. Y si alguna vez me pedís ayuda, venid con el currículum en los dientes.
Demasiados ombligos para un solo planeta. Demasiados yo y muy pocos nosotros. Demasiado para unos cuantos y migajas para el resto. Patriotas, se hacen llamar estos visionarios que, cuando miran hacia atrás, ven hordas de fieles sordos, mudos y ciegos al grito de ¡Viva el tuerto, nuestro rey!
Suerte y feliz verano.