El bar de la esquina

Antonio Reyes

El avispero

Sobreacutaciones, promesas vacías sin respaldo económico, un todo siempre para mañana, idas y venidas de concejales y concejalas, echarle la culpa a papá Estado

Síndrome postvacacional. Así es como llaman los expertos a la ansiedad o depresión emocional que afrontamos al readaptarnos al trabajo después de unos merecidos días de descanso. Nunca lo he sufrido. «No hay nada como trabajar para estar descansado».

A la vuelta, cuando a uno se le ocurre levantar la persiana para ver cómo anda Jaén (como si hubiésemos estados fuera dos años), la bofetada a mano abierta te despierta sin un simple y reparador buenos días o una sonrisa que te alegre la mañana. En su lugar, una alfombra negra mate donde siempre hubo adoquines. «Es que…. Ea, los informes de los técnicos eran favorables». Y hasta ahí la idea de qué Jaén queremos. Mucho se nos llena la boca de que solo llegando ayudas desde fuera podremos levantar esta ciudad de una santa vez. Pues no, no es así. Podrá llegar todo el oro del mundo desde Europa o Saturno, pero mientras quienes decidan cómo y dónde gastarlo sean unos descerebrados con más prisa por agradar que por tomar decisiones correctas, a esta ciudad no la salva ni Perry.

Hablando una vez con mi buen amigo Pepe (real), le decía, medio en broma, medio en serio, que Jaén necesita una «comisión del buen gusto», atendiendo a las muchas actuaciones que se llevan a  cabo año tras año en calles y plazas. Decisiones que destrozan la esencia misma de la ciudad con el  visto bueno de muchos vecinos que, al igual que los ejecutores, poseen el mismo mal gusto, falta de cariño y cateterío que técnicos y concejales. Que esa es otra. Que no siempre hay que hacerle caso a los vecinos en todo lo que piden. ¿Y si mañana piden luces de neón para las farolas? Ea, pues eso. 



La esencia está en la decisión que se quiere tomar, no en si los adoquines son pan para hoy y hambre para mañana. La diferencia radica en lo que ocurre sobre ellos. Si hacemos pasar autobuses gigantes y tráfico rodado por encima, lógicamente habrá que reparar cada cierto tiempo. Y ahí es donde nadie se atreve a meter la mano: decir de una puñetera vez hasta aquí ha llegado el tráfico. Y si tiene que pasar un autobús, que sea de los pequeños. ¿Pero es que nadie se pregunta por qué a partir de la estación de autobuses hacia arriba circulan esos monstruos?

Jaén necesita, en cuanto a modelo de ciudad desde la Plaza de las Batallas hasta la Alcantarilla, de decisiones valientes, y no lo que tenemos. Decenas de locales cerrados, un centro comercial a las afueras más feo que Picio y la hoja de ruta preparada para sacar también de esta zona varias sedes de organismos oficiales. Y para compensar esta falta de amor por Jaén (porque es esto lo que hay, no le deis más vueltas), alquitrán. Si es que no dan para más, así que dejad de rezar por ellos porque ellos no nos tienen presentes en sus plegarias.

A lo máximo que hemos llegado es a estampidas al estilo Correcaminos, polvareda incluida, al salir por patas de concejalías a las que llegaron con muchas ínfulas y de las que han huido acongojados al comprobar que la ruina de la ciudad era cierta. Ni motivos personales ni otros eufemismos. Se os ha quedado grande la tarea para la que, ni de lejos, nadie de vuestras listas estaba preparado. Pero ni unos ni otros, eh, que la culpa hay que repartirla. Ni para el brazo ejecutor ni para los que llegaron con la sensación de que solo son árbitros del partido, no jugadores.

Una ciudad no mejora con fotos y más fotos ni con acompañar a promotores privados en lo que organizan ni en ir de fiesta en fiesta por los barrios. Una ciudad se levanta con personas valientes y poniéndose el mono de trabajo. Y si la Junta deja de regar continuamente a Málaga y a Sevilla y reparte el pastel, pues mejor que mejor, ¿verdad? Ah, y el Estado, que al menos podría tener las líneas de tren como deberían estar. El dinero que está llegando no va a dar ni un solo fruto porque no se dedica a inversiones de futuro, sino a estudios y más estudios. Esto debe ser lo que en el famoso pacto llamaban «a largo plazo». Y así parece que este primer año se les ha hecho muy largo a algunos como para aguantar en el puesto sin perder la vida en ello. Pues, amiguitos, es que de eso se trata cuando uno se presenta en unas listas a un ayuntamiento que está pidiendo una intervención a gritos. Pero claro, ¿quién es el valiente que se atreve a hacerlo, eh? Menos aún cuando desde tu cargo en el consistorio intentas dar la impresión de que tú no puedes hacer nada. Nada son tus resultados y conocimientos de la cartera que ocupas.   

Sobreacutaciones, promesas vacías sin respaldo económico, un todo siempre para mañana, idas y venidas de concejales y concejalas, echarle la culpa a papá Estado, bla, bla, bla. La valentía hace tiempo que hizo las maletas. Si alguien la ve, por favor, que le pida que vuelva, que nos hace mucha falta. No podemos dejar esta ciudad en manos de quienes a poco que les aprietes, sale lo que de verdad son: gente sin ideas, sin visión de futuro y sin un plan que nos lleve al lugar que nos merecemos los que estamos libres de cateterío, no los otros, que ya sabemos cómo se las gastan al cobijar a cachorritos franquistas que «ya han madurado». Y ese cobijo, queridos paisanos, es culpa de dos.