El bar de la esquina

Antonio Reyes

Juez y parte

Denme ustedes una buena alternativa al coche y a los vuelos y me arrodillaré para pedirles perdón

Este que cada cierto tiempo viene aquí a despotricar contra todo, que parece que está todo el día enfadado y solo saber echar bilis por su boca, es fiel defensor del transporte público desde siempre. Cojo el coche dos veces en semana, una para ir a ver a mi madre y la otra para hacer la compra, porque ya tengo una edad en la que cargar con peso no es bueno para mi cadera ni para estos brazos que más parecen dos espárragos trigueros que barras hechas con acero para barcos.

Pero el transporte público es también la gran deuda de este país con sus habitantes, personas a las que cada vez les cuesta más creer que es la mejor alternativa a coger el coche, sobre todo cuando hablamos de desplazarnos a otras ciudades o comunidades. Y no hablemos ya de esos territorios que están lejos de los grandes núcleos de población como Madrid o Barcelona.

Digo esto por el punto del pacto entre PSOE y SUMAR, donde hablan de ir reduciendo los vuelos nacionales que tengan otra opción de transporte público. Pero, ¿cómo es ese transporte? ¿Eficiente, económico? La idea, de entrada, me parece perfecta, porque se nos llena la boca al hablar de la Agenda 2023 pero a la hora de la verdad las acciones tangibles no parece que vayan a cumplir esos plazos. Los trenes en Asturias, los que tienen como destino Extremadura, el trayecto Jaén-Cádiz, los trasbordos en autobús en algunos tramos, retrasos en los horarios, mantenimiento de las infraestructuras, precios de los billetes, frecuencia horaria… Puntos estos en los que nuestro país suspende en cada evaluación.



Denme ustedes una buena alternativa al coche y a los vuelos y me arrodillaré para pedirles perdón por cada injuria que ha salido por mi boca. Las empresas españolas son punteras a nivel mundial en la construcción de vías ferroviarias y trenes y se las rifan en todo el mundo para hacer realidad la mejora de sus comunicaciones internas, como el famoso tren a La Meca, comisiones aparte del mayor comisionista del reino. Las obras aquí, en casa, son eternas promesas que se hacen realidad veinte años después de su puesta en marcha, pero con eso no basta. La idea no es solo trenes para todos, sino la vigilancia constante para que de verdad seamos un país mejor y comprometido de verdad con el cambio climático y los altos costes económicos y ambientales de los combustibles fósiles. Además, no hay nada más frustrante que tener la sensación de haber pagado un billete para luego tener un servicio pésimo que nos haga pensar que «para la próxima cojo el coche».

Y hablo de trenes nacionales como podría hablar del tranvía de Jaén, por mucho que ya aburra el temita de las narices. Es inevitable ver cómo se ataca con toda la razón del mundo las infraestructuras ferroviarias patrias, oír hablar a ciertos partidos del desequilibrio territorial que existe entre comunidades y no poner el foco en la agilidad y eficiencia a la hora de inaugurar el tranvía de la bahía de Cádiz, el de Granada o las ampliaciones del metro de Málaga y aquí tengamos que comernos lo que nos digan, porque cada vez parece que nuestras tragaderas dan más de sí. A la vista está que el tranvía de Jaén no es una prioridad a corto o medio plazo para nadie. Lo que ahora toca es atizar a la izquierda por el mal funcionamiento de los trenes que nos afectan de cerca (como debe ser, por supuesto). Lo que resulta chocante, es escuchar cómo Jaén Merece Más no aprieta las tuercas como debería en relación al tranvía. ¿Hay algún miedo que no conozcamos? ¿Por qué otras provincias son más que nosotros en este sentido, y en otros muchos más, y no ponen el grito en el cielo? «Algo huele a podrido en Dinamarca». Uno no quiere pensar que si la nueva fecha de su puesta en marcha es 2025, es porque la inauguración sería más cercana a unas nuevas elecciones y así estaría más reciente la medallita en el pecho para estos partidos políticos. Jaén es el personaje de Larra al que le decían siempre aquello de «vuelva usted mañana».

Que no valga este inciso del tranvía para justificar el desastre ferroviario de este país porque no van por ahí los tiros. A cada uno lo que le corresponda, tanto si está gobernando y debe cumplir con su deber como si es la muleta en la que otros se apoyan para gobernar, aunque tus funciones dentro del gobierno sean de vigilancia, como lo han dicho ellos mismos, y tengan siempre al lado una tina para lavarse las manos. Qué rápido se aprende la diferencia entre predicar y dar trigo y qué poco efectivo parece hoy aquel discurso suyo de quererlo todo para ayer. 

Para unos os ponéis en vanguardia bayonetas en alto y para otros os escondéis detrás de la esquina, no vaya a ser que la gente se dé cuenta y os pregunte: «¿de verdad os importa la puesta en marcha del tranvía o solo son postureo y matemáticas electorales?». Lo que está claro es que hay que ser muy corto de entendederas y tener muy pocas luces para dejar escapar el tren de la lógica política real y subirse en el vagón de «¿Yo? A mí que me registren, que ese tema del que usted me habla no depende de nosotros, que solo somos simples árbitros». Pues apretaos los machos, porque mamá Europa está al caer sobre las ciudades que no cumplan con las zonas de bajas emisiones. Y si se os ocurre hacer caso a los que diga la población, tened mucho cuidado, porque visto lo visto en redes, hay mucho cabestro suelto por ahí con muy pocas luces. Consultad con expertos en la materia, pero expertos de verdad.

Gran parte de la población se ha dado cuenta de que no podéis ser jueces de una partida en la que participáis. Eso sí. Ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro se os da de escándalo.