El bar de la esquina

Antonio Reyes

Spain breaks

El motivo principal de mis pesquisas era sacar al país de este sinvivir en el que nos han sumido los defensores de esa teoría

De tanto pregonar aquello de «España se rompe», no me ha quedado más remedio que empezar una ardua investigación que me llevó a ir comunidad por comunidad para llegar hasta el fondo del asunto. No puede ser que si tantas personas dicen esto porque así lo piensan, no tengamos las pruebas definitivas que cimienten este temor tan arraigado desde hace tiempo en la población.

El motivo principal de mis pesquisas era sacar al país de este sinvivir en el que nos han sumido los defensores de esa teoría, que desde que se sintieron los primeros temblores no pegan ojo, aterrados por el pensamiento de despertar y corroborar el abismo al que nos están llevando los progres, indepes y comunistas, con el objetivo único, manido y soberano (dicen ellos) de mantenerse en el poder, aunque sea con las herramientas que nos otorga la democracia. Pero, ¿hasta dónde vamos a llegar?  

Mis primeras averiguaciones me llevaron al inquietante hallazgo de evidencias que confirmaron que los temblores producidos hace unos años en diferentes zonas no se debían al fracking, sino al tambaleo inicial de los cimientos de la democracia, producido por el nacimiento en las catacumbas de nuevos movimientos con objetivos espurios. Las pieles más finas sintieron que algo no iba bien, y rápidamente pusieron en marcha la maquinaria de creación de eslóganes y pancartas para  prepararse ante la avalancha que se nos viene encima.



Tras el trabajo de campo, vestido con una gabardina, gafas con bigote, peluca (volvía a sentir aquella sensación al peinarme) y un periódico de papel (fíjate tú qué cosas) con dos agujeros para las horas eternas de vigilancia discreta, llegué a la conclusión de que meterse de cabeza en este asunto solo me llevaba a más puertas cerradas, a extrañas pistas sin sentido, a razonamientos de personas que no sabía a qué espectro político asociar. He de reconocer que muchas de esas mujeres y hombres me dieron una lección, a mí, que tenía muy claro que la población nadaba en un mar de desinformación provocado por los medios que viven por y para quien arría la mascá.

Una decía: «¿por dónde se va a romper España? ¿Por el lado de quienes especulan con la vivienda y hacen imposible que los precios bajen o por el lado de los que los protegen diciendo eso de que ‘es el mercado’? Porque si es por ahí, soluciones hay. Pero claro, primero habrá que querer tomar medidas». La primera en la frente para mí. 

Otro me espetó: «¿que se rompe? Supongo que será por el desmantelamiento de la sanidad pública en beneficio de la privada, con esa retahíla de frases hechas como ‘así podemos minimizar las eternas listas de espera para especialistas y operaciones’. A mí me han dado cita para dentro de un año y medio». La segunda en la boca. 

Una señora agobiada que se apresuraba para no llegar tarde a uno de sus varios empleos dijo: «se va a romper no. Ya se ha roto, porque no hay derecho a que las energéticas tengan siempre la excusa perfecta para subir el recibo de la luz. Si no hay agua, porque no hay agua. Si no hace viento que mueva los molinos, porque no hay viento. Si hace sol, porque hace sol...». La tercera en el bolsillo.

Un señor con cara de pocos amigos y cascarrabias comentó: «llevo años esperando que España se rompa por el lado de la infatigable corrupción que sufrimos, pero nada, oye, que aguanta como ‘el junco que se dobla pero siempre sigue en pie’». Supongo que era fan del Dúo Dinámico desde siempre. La cuarta en el lomo.

Una madre, que llevaba a su pequeño al colegio con más prisa que eficacia al esquivar viandantes, decía con cara de pocos amigos: «espero que esa ruptura sea por la calidad de nuestra educación. Mi otro hijo mayor lleva dos meses esperando a que alguien se digne a ocupar por fin la plaza de profe que prometieron». La quinta en mi línea de flotación. 

Un abuelo, que leía con dificultad la lista de la compra que su hija le anotó y que casi se choca conmigo, lamentó: «hemos dado nuestra sangre por vuestra sangre, nuestra vida por vuestra vida, nuestra historia por vuestra historia, nuestra hambre por vuestra hambre. Y, ¿para qué? ¿Para que nos dejasen morir en las residencias por no tener sanidad privada y las personas culpables sigan en la calle? ¿Se va a romper España por ahí? Déjame en paz, que tengo que echarle una mano a mi hija porque no puede conciliar trabajo y familia. Allí, allí es dónde tienes que preguntar», me gritó señalando un edificio que albergaba una institución pública. La sexta en el alma.

Por último, y pensando que debería bajar los brazos en mi búsqueda de motivos de peso que apuntalasen la teoría del desmembramiento de España, ya que nadie me hablaba de Catalunya ni el País Vasco, me acerqué como último intento a una chica que hacía cola en una administración de loterías: «yo creo que ya se ha roto. Pago una barbaridad por un piso de alquiler con un sueldo de mierda, los bancos ganan cada vez más gracias a la subida de los tipos de interés y no paran de despedir a empleados y de ponernos los trámites cada vez más difíciles, el combustible por las nubes porque siempre hay un motivo inventado o no para subir precios, gente joven que sigue viviendo en casa de su padres con treinta años… ¿Sigo? Y lo peor de todo, esos bares del centro de Jaén que se han empeñado en que todo el que vaya a su establecimiento tiene que pedir raciones por cojones, nada de tomar unas cañas, no. Si vas a cenar te quedas, y si no, ahí tienes la puerta o unas simples patatillas de tapa como invitación a pedir la cuenta. España no es que se vaya a romper, es que ya está hecha pedazos y no porque los catalanes o los vascos den morcilla, ¿o es que antes no era igual que ahora? Eso es lo que necesitamos aquí, un partido como esos para conseguir más cosas. Bueno, aquí, en Soria, en Extremadura, Palencia, Burgos… Está visto que si no es así, mal vamos». La séptima en mi bolsa de excusas baratas. 

Después de todo este trabajo, lo único que me quedó claro no es que este país se rompe, teoría catastrofista de los que lo único que salvaron fue a los bancos con sesenta mil millones de dinero público, las autopistas de pago con otros tantos milloncejos y a Florentino Pérez cuando haga falta, sino el desasosiego de pensar que lleva roto mil años y nosotros aquí, creyendo a buhoneros vendedores de remedios para todo sin darnos cuenta de que solo en ese escenario apocalíptico es donde mejor se mueven y encuentran los motivos para entregarnos a trocitos a empresas afines a las que ni les importamos ni quieren saber nada de nosotros que no tenga que ver con sus beneficios económicos que pagamos todos. Todo esto, claro está, bajo el amparo y abrigo de sus amiguetes que gestionan lo público.

Aun así, podemos estar tranquilos. Por suerte, tenemos a personas altruistas que salen a la calle con sus rosarios entrelazados en los dedos y agitando la bandera que en su día dejamos que nos robaran para agitar el viento de la revolución. ¿Que no rezan por todo lo que me dijeron las personas de antes sino por otros sueños que solo les afectan a ellos? Puede ser, pero, ¿qué haces tú para que todo esto mejore? Ea, el doble de lo que hacías antes, na de na.

¿Que España se rompe? Pues mira, no caerá esa breva.